Argentina está en nuestras manos

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Clarín

Nadie tiene hoy en día, en ninguna parte del mundo, la fórmula mágica para salir adelante después de la pandemia del Covid19. Todas las sociedades están enfrentando de una manera o de otra los desafíos y las dificultades que plantea esta crisis global. Y nosotros, entre tanta incertidumbre, con todo por delante, tenemos la oportunidad de soñar, pensar, explicar, armar, hacer y luchar por una Argentina desarrollada e igualitaria.

La pandemia nos enfrenta a lo vulnerables que somos cada uno de los seres humanos, pone de manifiesto cuánto dependemos de las actitudes responsables de los demás y, al mismo tiempo, la fuerza que tiene la acción colectiva organizada. El momento histórico del que estamos siendo protagonistas debe ayudarnos a trazar un camino común: es el momento de decidir lo que es importante para nosotros no solo individualmente sino, sobre todo, como sociedad.

Hay muchas cosas para repensar para construir la Argentina del día después y una de ellas deben ser nuestras responsabilidades individuales y colectivas. Por supuesto son importantes los liderazgos políticos, pero también necesitamos ciudadanos comprometidos con el bienestar general. Porque en una democracia sana, los representantes gobiernan transitoriamente, pero lo que debe perdurar en el tiempo, atravesando los ciclos electorales, es el propósito colectivo de ser una comunidad donde nadie tenga menos oportunidades y donde todos podamos proyectar un futuro mejor.

Necesitamos respuestas innovadoras y honestas, porque está visto que las fórmulas conocidas hasta aquí no funcionan. Que el país sea mejor una vez superada la crisis del Covid19 va a depender de todos y cada uno de nosotros. Es una responsabilidad que no puede paralizarnos sino que debe ser un estímulo para salir de nuestras zonas de confort y liderar con el ejemplo. Tenemos una deuda de inspiración y modelos con las nuevas generaciones: en nuestro país los jóvenes desconfían de la política y las instituciones y esa es una herida muy grande de nuestra democracia, que debemos trabajar en sanar con compromiso y responsabilidad.

Fortalecer las instituciones debe ser una de las bases de la reconstrucción del país. Recomponer nuestra confianza colectiva en las instituciones implica que todos nos involucremos. Entre todos debemos protegernos de los abusos de poder, la corrupción, las arbitrariedades, los zigzagueos constantes, las chambonadas.

Nuestra fuerza debe estar en el deseo de un futuro mejor para todos. Y lo que sostiene esa fuerza colectiva en el tiempo es la organización. Las crisis y las emergencias muchas veces han sido históricamente fuerzas que ayudaron a parir nuevas ideas y oportunidades y han fortalecido las voces de los pueblos.

Tenemos que hacernos de una vez por todas las preguntas importantes: ¿Cómo vamos a hacer para generar la confianza necesaria para la reconstrucción económica y social de argentina? ?¿Cómo vamos a hacer para dejar atrás los odios, rencores y miedos y construir acuerdos basicos para tener, de una vez por todas, una vision estrategica de pais?¿Cómo vamos a hacer para producir más?¿Cómo vamos a hacer para generar políticas de investigación y desarrollo que generen mucho mas valor agregado? ¿Cómo vamos a insertarnos en la economía global post-pandemia? ¿Qué Estado necesitamos? ¿Cómo vamos a hacer para asegurar de una vez por todas que nadie tenga menos oportunidades de desarrollarse plenamente?

Necesitamos consensuar hoy mismo un plan que nos una tras conceptos e ideas claras, que no sea la propuesta de un grupo, un gobierno o un partido político, sino realmente el de todos los argentinos. Sin ese acuerdo básico, va a ser muy difícil lograr un camino de desarrollo sostenido que permita asegurar el bienestar de todos.

Y para eso tenemos que recuperar la capacidad de debatir. El pensamiento crítico es nuestro mejor aliado frente a los sesgos. Debemos poder dialogar con quienes tienen distintas visiones, sin descalificaciones, sin pensar que de un lado están los buenos y del otro los malos, que de un lado están las ideas salvadoras y del otro simplemente la muerte. Estemos seguros de que vamos a encontrar muchos más consensos de los que imaginamos.

Y en ese sentido los científicos, los intelectuales, los expertos de todas las áreas tenemos una gran responsabilidad. No podemos quedarnos en la comodidad del reconocimiento por saber de nuestros temas. Debemos adaptarnos, sentar las bases, precisar nuestros mensajes para poder comunicarlos claramente y planear las estrategias para lo que viene. Debemos pensar pero también debemos actuar. Y saber que, como nos enseñan los grandes líderes de nuestra historia, estas acciones (pensar y actuar) no son contrapuestas sino complementarias.

Nuestro país supo tener una tradición en la cual la actividad política y la intelectual no pertenecían a mundos separados. ¿Puede existir una sin la otra? Quizás sí, pero uno y otro campo quedan empobrecidos. Una política pública separada de una reflexión no solo constituye una crítica a los dirigentes, sino también a los pensadores.

En momentos de crisis es cuando más tenemos que recordar que líderes como Manuel Belgrano llevaron adelante transformaciones sociales –desde el pensamiento y desde la acción- que cambiaron para siempre el rumbo de nuestra historia venciendo innumerables adversidades.

Así como en estos días lo honramos como un héroe de nuestra patria, cuando los historiadores del mañana cuenten acerca de esta época en la Argentina, ojalá puedan decir de nosotros que fuimos la generación que tuvo a su cargo la reconstrucción de la Argentina después de una sucesión de crisis inimaginables y que condujo finalmente a superar décadas de decadencia. Pero antes que los historiadores, serán nuestros hijos y nietos quienes podrán decir que fuimos los que nos propusimos y logramos hacer un país mejor. Tengamos el ejemplo de Belgrano como faro.