Conducta y sociedad

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Clarín

Es imprescindible una mirada integradora para el diseño e implementación de las políticas públicas, que considere el conocimiento de cómo somos las personas a partir de la evidencia científica, y no solo de las creencias personales de los servidores públicos.

Las neurociencias y las ciencias del comportamiento humano ayudan a impulsar un salto de calidad a la hora de pensar las intervenciones, porque estudian el comportamiento real de las personas en sus contextos particulares.

Por ejemplo, el modelo económico clásico asume un simplificado (y erróneo) concepto de la toma de decisión humana tratando a cada individuo como un actor racional, que siempre actúa de manera tal de maximizar el propio interés, que cada vez que decide tiene acceso a toda la información y que decide en forma individual sin estar influenciado por los hábitos (lo que hizo la vez pasada) o el contexto (lo que hace la gente que lo rodea).

Sin embargo, gran parte de las decisiones cotidianas se toman en forma intuitiva, mediada por sesgos, emociones, hábitos y también por el contexto (lo que piensan y cómo actúan quienes nos rodean tiene una influencia e impacto en nuestros comportamientos) con una visión parcial del mundo (no contamos con toda la información disponible cuando decidimos). Esto hace que sea fundamental identificar los sesgos y diseñar acciones teniéndolos en cuenta, ya sea para corregirlos o para utilizarlos a nuestro favor.

Debido a que el modelo económico clásico que asume que la decisión humana es racional es todavía predominante muchas veces vemos predicciones matemáticas y ecuaciones que parecen científicas (estos modelos no se basan en datos científicos empíricos) y convincentes que fallan en la realidad.

En el Simposio Internacional de la Fundación INECO “Cerebro y Sociedad: el rol de las Neurociencias en el diseño de mejores políticas públicas”, que se desarrolló hace unos días en Buenos Aires, se abordaron temas centrales como el desarrollo económico, la igualdad de género, el miedo y la seguridad, la conducta humana y la corrupción, el perjuicio social de la circulación de noticias falsas (fake news), educación y salud.

Se discutieron ejemplos de intervenciones de políticas públicas probadamente exitosas; pero, coincidieron, en que lo que funcionó en un tiempo y lugar debe ser tomado tan solo un punto de partida.

No podemos dejar de lado los contextos socioculturales al momento de pensar o escalar intervenciones. Es por eso que el monitoreo y la evaluación de las políticas es esencial y retroalimenta, a su vez, el trabajo de los científicos.

Ni el gobierno, ni la sociedad civil, ni la comunidad científica podemos desentendernos de lo que ocurre con las políticas en su implementación.

Asimismo se hizo especial mención a que, muchas veces, no hacen falta grandes cambios en los diseños y estrategias. Los nudges (pequeños empujones) son micro-intervenciones de bajo costo y rápida implementación que tienen como objetivo que los programas y proyectos públicos se adecuen al comportamiento de las personas y no, a la inversa.

Estos pequeños cambios pueden generar un gran impacto en la efectividad de las políticas ya que nos ayudan a tomar mejores decisiones. Cuando el contexto de las personas provee opciones que son perjudiciales para su salud, su economía o su ambiente y el Estado cuenta con las herramientas para mejorar esas opciones disponibles, debe hacer uso de ese conocimiento y de sus herramientas.

Uno de los temas centrales del Simposio estuvo ligado a la reflexión y elaboración de políticas activas para luchar contra el drama de pobreza. No podía ser de otra manera. Si los argentinos queremos prosperar en un entorno global, dinámico y de innovación permanente debemos potenciar nuestra mayor riqueza: el desarrollo humano.

Para poder alcanzar su máximo potencial, el cerebro necesita crecer en un entorno en el que no solo estén satisfechas las necesidades nutricionales y materiales, sino también las cognitivas y socioemocionales.

Existe evidencia de que la exposición a contextos vulnerables durante la niñez, adolescencia y adultez temprana se asocia a cambios en la estructura y función cerebralque afectan de manera específica la autorregulación (cognitivo y emocional), el aprendizaje y el lenguaje. Intervenciones tendientes a disminuir el efecto de los estresores contextuales y a mejorar el estímulo cognitivo y lingüístico temprano han dado muy buenos resultados para moderar los efectos de la pobreza en las oportunidades de aprendizaje futuro.

Sabemos que es posible contrarrestar los efectos negativos de la pobreza a lo largo de todas las etapas del desarrollo. Toda política de lucha contra la pobreza debe tener en cuenta que el desarrollo humano depende del contexto y la cultura. En este sentido, los recientes ganadores del premio Nobel de economía 2019 Banerjee, Duflo y Kremer proponen “combatir la pobreza con evidencia científica”, y afirman que un programa debe partir de entender la complejidad de los problemas que aborda y llevarlo al contexto particular de cada comunidad, en lugar de reducir a las personas a conceptos generales o abstractos.

Las políticas públicas necesitan contar con la mejor evidencia disponible para la construcción de intervenciones sociales más profundas que buscan resultados a largo plazo. Es una tarea compleja que requiere de trabajo multidisciplinario y extendido en el tiempo. Es la apuesta que están haciendo muchos países, incluso en nuestra región, y que está dando excelentes resultados. Sabemos que articular esfuerzos desde diversas disciplinas nos permitirá reducir la desigualdad de oportunidades en las distintas etapas de la vida y construir una sociedad más igualitaria. Este será siempre nuestra elección y nuestro compromiso.