Cuando hablamos de altruismo nos referimos a aquellas conductas que promueven el bienestar de los demás sin buscar una retribución o un beneficio personal. Si bien podemos observar estas conductas en muchísimas especies, las interacciones sociales en los seres humanos hacen que las conductas altruistas sean más complejas.
Muchas investigaciones vinculan el altruismo con las áreas cerebrales involucradas en la capacidad de percibir como valiosas las acciones de los otros. En una experiencia diseñada para evaluar cómo es que tomamos decisiones que benefician a otros, se midió a través de neuroimágenes cómo se activa el cerebro de una persona al decidir donar cierta cantidad de dinero a organizaciones humanitarias. A cada persona le daban un monto de dinero y le pedían que tomara decisiones. Primero veían el nombre de la organización y luego debían decidir si donarían (o no) parte del dinero recibido. En otras instancias, también podían castigar a una organización con la que no estuvieran de acuerdo. Castigarla también costaba dinero: podían entonces invertir dinero para evitar que la organización recibiera fondos.
Los científicos observaron que cuando la gente donaba dinero se activaban áreas en el sistema cerebral de recompensa, de modo muy similar a cuando se recibe dinero o se come algo rico. Esto significa que ayudar a una causa resulta placentero. También observaron que cuando la gente gasta dinero para evitar ayudar a una organización, se activan las mismas áreas del cerebro asociadas generalmente al proceso del enojo y al disgusto.
Hoy sabemos que las conductas altruistas benefician tanto a la persona que lleva adelante la acción como a la comunidad. Se ha registrado que las conductas altruistas repercuten en una buena salud mental y física. Además, existe lo que se denomina “efecto cascada” en relación con las conductas solidarias y altruistas: si una persona es generosa, inspirará a otras más a seguir su ejemplo. De este modo, somos capaces de multiplicar la generosidad de manera que nuestros actos puedan tener un impacto positivo considerable en la sociedad.
Una comunidad se construye a partir de la idea de cooperación. Necesitamos una comunidad que piense el futuro y que vaya hacia allá sin tener que enfrentarnos unos a otros a cada paso. Solo a través de la planificación y la inteligencia colectiva se puede lograr un poderoso sistema de cooperación y solidaridad de gran alcance.