Envejecer es un desafío para las personas y también para los países. Gracias a los avances de la ciencia, la tecnología y la medicina, la expectativa de vida se duplicó en solo un par de siglos. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por primera vez en la historia la mayoría de la gente puede llegar a vivir hasta los 60 años o más. De hecho, se calcula que el número de personas de más de 60 años llegará a 2000 millones en el 2050.
Hoy, Argentina, junto con Uruguay, Cuba y Costa Rica, forma parte de los países con más envejecimiento de América Latina. Se espera que los adultos mayores sean aproximadamente un 20% de la población total en 2050 y casi un cuarto de los argentinos para el año 2100. Que esta tendencia sea en gran parte previsible nos da la oportunidad de planificar.
Las investigaciones demuestran que mantener la mente activa es fundamental para un cerebro saludable. Por el contrario, el deterioro cognitivo tendría que ver con la llamada “pasivización”. La OMS propone una política de “envejecimiento activo”, es decir una política que ofrezca salud y seguridad para lograr que la persona mayor no se convierta en un sujeto pasivo socialmente.
Es por eso que es fundamental que los jubilados dediquen tiempo a actividades de “mantenimiento” cerebral como la lectura y los desafíos intelectuales. Idealmente, cuando alguien se jubila, se deben interrumpir solamente aquellas actividades que antes se hacían por obligación o rutina laboral. Pero es necesario continuar con las que daban gusto. Además, se pueden retomar aquellas tareas que se dejaron de lado por falta de tiempo.
Por otro lado, la experiencia y la sabiduría son bienes muy importantes que, socialmente, muchas veces pueden subestimarse, arriesgándonos a perder un tesoro incalculable. Además, los adultos mayores suelen tener un fuerte deseo de compartir su afecto y sus conocimientos con las nuevas generaciones. Para esto existen espacios como las escuelas intergeneracionales, que son instituciones en las que los adultos mayores brindan apoyo, contención y experiencia a los niños y jóvenes que asisten. Los beneficios de estos intercambios son mutuos, ya que el conocimiento se construye socialmente y el aprendizaje se entiende como un proceso de desarrollo de toda la vida.
En resumen, el desafío de las sociedades modernas es que la llamada “tercera edad” sea considerada en un doble sentido: el de protección de sus capacidades a partir de desafíos cognitivos e intelectuales novedosos; y el de servicio a los demás a partir de la transmisión de sus valiosos saberes.
El Estado debe por un lado proteger y asegurar los derechos de las personas mayores, brindándoles los mejores servicios. Y por otro lado, es fundamental promover verdaderas redes sociales en las que interactúen grandes, jóvenes, adolescentes y chicos, para el beneficio de todos.