Lo sabemos, el conocimiento es la principal herramienta de transformación de las personas y de las sociedades. Entonces, si queremos de verdad una nación que se desarrolle de manera sostenida e igualitaria resulta fundamental lograr una educación de calidad para todos los niños y niñas y adolescentes de nuestro país. Para poder alcanzarlo, es imprescindible preparar a los chicos para el aprendizaje. Y esta preparación tiene que ver no solo con la estimulación cognitiva, sino con el acceso a una buena nutrición, a un contexto sano y seguro, a la salud.
Lamentablemente -debemos repetirlo para no habituarnos a esta dramática realidad- hoy alrededor de un tercio de los argentinos vive en la pobreza. La desnutrición y la malnutrición afectan el desarrollo físico y cognitivo, comprometiendo las posibilidades de desarrollo. Debemos unirnos los argentinos para acabar con esta tragedia, que representa una inmoralidad y una hipoteca para nuestro futuro. Para que en una comunidad se pueda enseñar y aprender es necesario lograr un piso de bienestar y equidad. Si no hay un contexto adecuado, y aunque haya oferta educativa, no están dadas las condiciones plenas para que se produzca el aprendizaje. Es responsabilidad del Estado garantizar, respetar y proteger el acceso a la educación y asegurar que se den las condiciones de educabilidad, es decir, los factores que promuevan que los chicos efectivamente aprendan. ¿Por qué acceder a educación de calidad es tan importante? La educación, tanto en el aula como en casa, nos ayuda a ser mejores personas. Conocer nuestra historia, por ejemplo, nos alienta a imaginar cómo sería caminar en los zapatos de aquellos personajes sobre los que leemos, conocer sus luchas, sus éxitos y sus fracasos. Saber cómo llegamos hasta acá. También nos ayuda a conocer otras culturas y, de esta manera, promueve la tolerancia. La discriminación es en gran parte producto de la ignorancia. Por el contrario, a través de la educación aprendemos a desarrollar la empatía. Además, la educación es una herramienta fundamental que nos ayuda a convertir la información (que hoy es más accesible que nunca antes en la historia) en conocimiento. A su vez, nos prepara para seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida. Es un desafío del presente para el futuro.
Es innegable que debemos repensar la escuela. A pesar del esfuerzo que día a día hacen docentes y trabajadores de la educación, el sistema educativo actual no prepara a los estudiantes para un mundo dominado por las ideas, la creatividad y la innovación. Debemos preparar a los niños y niñas, además, para desafíos hoy inimaginables que requerirán de personas flexibles, creativas y con capacidad crítica. Mejorar la calidad y la relevancia de los contenidos y las estrategias educativas nos ayudará también a luchar contra la deserción escolar. Otro de los desafíos del sistema educativo actual es erradicar los estereotipos que hacen que pensemos que solo algunos pueden dedicarse a ciertas disciplinas. Por ejemplo, muchas personas todavía piensan que para dedicarse a las ciencias, al desarrollo de tecnologías, a la ingeniería, al arte o las matemáticas (las llamadas STEAM) es necesario haber nacido con un talento especial y específico. Muy por el contrario, tanto el talento como las vocaciones pueden desarrollarse. La vocación científica no tiene que ver con capacidades “naturales”, sino con el hecho de haber tenido ejemplos a seguir, de estar motivados y de la constancia que implica el trabajo duro. No debe haber distinción de género o clase social para tener la posibilidad de desarrollar las vocaciones. Esto no solo mejorará la calidad de vida de cada uno, sino que contribuirá al desarrollo de toda la comunidad.
La educación tiene un impacto económico en nuestras vidas. Y esto redunda también en las de nuestra sociedad porque el bien más importante con el que cuenta un país es el potencial y la formación de sus ciudadanos. Sin embargo, hoy, pese a que los datos muestran una correlación entre el nivel educativo alcanzado, la calidad ocupacional y la movilidad social, en nuestro país parece haberse perdido la idea de que la educación es la herramienta más poderosa para transformar nuestra realidad.
Es urgente devolverle a la educación el valor social transformador. La tendencia a concentrarnos en el corto plazo, en las gratificaciones inmediatas, o la idea incorrecta de que hoy en día el ascenso social solo puede lograrse gracias a la herencia, los contactos o la corrupción atentan contra la apuesta de la formación a largo plazo. Vivimos en un país cada vez más desigual. La brecha entre los que pueden acceder a la educación, a la alimentación o a la salud de calidad y los que no es cada día más amplia. El gran sueño colectivo que nos una como país debe ser terminar con la desigualdad y desarrollarnos. Resulta imposible pensar una sociedad con un crecimiento sostenible partiendo de una distribución desigual del conocimiento. Tenemos que consensuar un proyecto de país en el que el desarrollo humano sea prioridad. Y en el que todos tengamos las oportunidades de potenciar al máximo nuestras capacidades sin importar dónde hayamos nacido o el lugar en el que vivamos. De eso se trata una verdadera comunidad.