La forma en que procesamos nuestras emociones y sentimientos es una de las grandes diferencias entre los seres humanos y las otras especies. Las emociones dan sentido a nuestra vida, ¿alguien puede imaginar cómo sería vivir sin alegría, sorpresa, enojo, tristeza o miedo? Las emociones además son contagiosas. Por eso es que los diarios y revistas muchas veces hablan de “alegría en las calles” o “tristeza popular”, no como suma de los sentimientos individuales, sino como fenómeno colectivo. El miedo, por supuesto, es otro caso: “La gente tiene miedo”, también se puede escuchar. El miedo (detectar y responder al peligro) genera una sensación muy particular y abrumadora, como si el mundo se detuviera. Es como una alarma que nos dice que tenemos que utilizar todos nuestros recursos para sobrevivir a una situación que nos amenaza. No es posible posponer el miedo para enfrentarlo más adelante. El miedo, junto con la ansiedad (detectar y estar alerta ante posibles peligros futuros), componen un sistema emocional complejo que busca aumentar nuestra sensación de seguridad. Cuando nuestro cerebro encuentra (o anticipa) una situación peligrosa, actúa en base a sus mecanismos más “automáticos”, menos racionales.
Así, el miedo colectivo no se guía por la lógica de la probabilidad, sino más bien sigue un atajo mental mucho más simple: “¿Eso nos va a dañar? Por las dudas, evitémoslo”. Durante la evolución, las personas que más evitaron los daños que percibían (aunque fueran inexistentes) pudieron sobrevivir más que los más racionales o escépticos. Pero en los últimos siglos hemos adquirido mucho conocimiento científico y social y ya no podemos guiarnos solo por nuestras intuiciones. Al hacerlo las sociedades corren el riesgo de tomar malas decisiones e incluso estigmatizar a ciertas personas o grupos.
El miedo social también paraliza. Afecta gravemente nuestra capacidad para decidir y nos hace vulnerables a quien promete salvarnos del peligro. El miedo genera desconfianza y rechazo hacia lo que nos amenaza y simpatía hacia los que prometen protegernos. Por eso es la principal herramienta de control del autoritarismo. Es a través del terror como se construyen los sistemas autoritarios: la amenaza permanente a quienes no adscriben al mismo, el temor a la pérdida de la integridad. Esa estrategia primitiva de coerción está muy lejos de lo que las sociedades modernas y democráticas deseamos.
Hoy, en este día tan significativo para los argentinos, donde recordamos el comienzo de la etapa más oscura de nuestro país, volvemos a decir una y mil veces: Nunca más.