Diario Popular
Un mito muy arraigado entre los argentinos es que tenemos un país rico por el solo hecho de haber sido bendecidos con abundantes recursos naturales. Es hora de que tomemos conciencia de que la verdadera riqueza de un país está, más bien, en la capacidad de producir y de generar conocimiento. La clave del desarrollo está en nuestros cerebros, en nuestras capacidades intelectuales y cognitivas, y en el trabajo común que podemos realizar unos con otros.
Una revolución del conocimiento implica cuidar en la sociedad los cerebros en desarrollo, fortalecer el sistema educativo y universitario, promover la ciencia y la tecnología y favorecer su vínculo con el sistema productivo. También tiene que invertir en comunicaciones, industrias creativas y transferencia tecnológica entre otras actividades ligadas a la economía del conocimiento. Además, es necesario revertir el deterioro ambiental y promover el desarrollo de fuentes de energías sustentables. Los momentos de crisis son los tiempos en los que más se requiere promover un ecosistema del conocimiento y la innovación, ya que son estas áreas las que crean más trabajo y oportunidades.
La grieta puede servir para ganar una elección, pero conspira contra la posibilidad de dialogar y arribar a un consenso de todos los sectores para lograr un plan estratégico para nuestro país. Los ciclos electorales van y vienen. Pero si ese objetivo está claro, los gobernantes se vuelven actores para lograrlo. Debemos entender de una vez por todas que la grieta nos hace menos inteligentes y más pobres.
Así como cada uno de nosotros en nuestra vida, las comunidades también necesitan de propósitos y metas a largo plazo. Las transformaciones que buscan cambiar nuestro contexto nunca deben descansar: se realizan todos los días, de todos los meses, de todos los años. Las luchas de los movimientos de derechos humanos, de derechos de las mujeres y de las minorías no están atadas a la especulación electoral. La tarea por el desarrollo y la justicia social es continua e incansable.
Los cambios reales, profundos y permanentes no se dan mágicamente de arriba hacia abajo, sino que surgen de las demandas colectivas. Por eso, para lograr un verdadero crecimiento con equidad social, debemos exigir mayor inversión en el desarrollo del conocimiento y voluntad real para superar la grieta. Y debemos hacerlo más allá de las banderas pequeñas, egoístas y sesgadas que dividen actualmente a nuestra sociedad.