El impacto de la crisis en la salud mental

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Infobae
El ruido de las bocinas suele ser más atronador por estos tiempos. Los gritos, más exaltados. Las caras, más duras. Lo sabemos bien: la crisis económica impacta en el ánimo colectivo y en nuestra manera cotidiana de vivir.

Los datos actuales sobre la crisis económica del país dan cuenta de que aumenta el desempleo y las condiciones laborales son más precarias, que decaen los ingresos a la vez que se reducen los fondos públicos para obra pública, que se devalúa el valor de nuestra moneda y que se encarece el costo del crédito. Asimismo, se ve en la calle mayor descontento y protestas de las organizaciones sociales. No hay que ser científico ni médico para comprender que todo esto genera elevados niveles de estrés en la población.

¿Cuántas crisis hemos atravesado los argentinos? ¿Cuántas más vamos a pasar? Los seres humanos, como ninguna otra especie, contamos con la capacidad de revisar el pasado y escrutar el futuro. Nuestros cerebros pueden imaginar escenarios posibles y cosas que podrían haber sucedido en el pasado, aunque no sucedieron. Puede simular mentalmente situaciones en detalle, sin necesidad de llevarlas a cabo. Puede evaluar probabilidades y riesgos. En algunas ocasiones, esta capacidad se nos puede volver en contra.

Esta cualidad de adelantar escenarios se distorsiona en situaciones de mucha incertidumbre, lo que provoca que entremos en una verdadera “rumiación” de escenarios o salidas posibles, con la intención de ganar cierto control de la realidad mediante la anticipación. Pero esto puede provocar errores cuando la ansiedad se exacerba, porque genera la tendencia a seleccionar y privilegiar determinado tipo de información (sesgos cognitivos). Por esto mismo a la ansiedad generalizada, se la considera como una “verdadera enfermedad de la preocupación”. Así, no podemos parar de imaginar cosas malas que pueden suceder y las inquietudes nos desbordan. La ansiedad acerca de la inseguridad laboral, por ejemplo, actúa como un estresor crónico con efectos acumulativos en el tiempo, que puede tener consecuencias nocivas en la salud mental de quienes la padecen.

Un informe publicado en 2014 sobre la crisis económica española menciona los resultados del estudio “IMPACT”, realizado en consultas de Atención Primaria. Allí se observó que, como consecuencia de la recesión económica, los trastornos del estado de ánimo habían aumentado un 19% aproximadamente entre 2006 y 2010, los de ansiedad, un 8% y los trastornos por abuso de alcohol, un 5%. Por su parte, en Gran Bretaña en 2008, se publicó un informe, realizado por 400 expertos y llevado a cabo por iniciativa del gobierno, en el que se informaba que la mitad de las personas endeudadas padecía un trastorno de salud mental en comparación con el 16% de la población en general. El Instituto Universitario de Investigación de Salud Mental (UMHRI) en Grecia diseñó e implementó una serie de encuestas transversales a nivel nacional para indagar sobre la prevalencia de la depresión entre los años 2008 y 2013. Se registró que, en 2008, cuando la crisis no había comenzado aún, la prevalencia de depresión era del 3,3%, pero esta cifra creció a 6,8% en 2009, 8,2% en 2011 y 12,3% en 2013.

Además, investigaciones demuestran que las personas desempleadas presentan un riesgo entre dos y siete veces mayor de padecer depresión.

Pero la crisis no impacta de igual modo en todas las poblaciones, ya que, obviamente, se afecta en mayor medida a aquellos más vulnerables (de ahí el sentido de esta caracterización). Instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierten que los más afectados por las crisis son las personas de bajos ingresos: durante las recesiones, la desigualdad social en salud puede ampliarse. Además, se da un círculo vicioso, en el que los problemas de salud mental generados por la privación, la pobreza y otros determinantes sociales y económicos derivados de estas generan enfermedades mentales que incrementan la vulnerabilidad de las personas que las padecen y predicen, a su vez, mayores dificultades económicas y laborales. Los niños también se ven significativamente afectados por esta situación. La adversidad socioeconómica experimentada a edad temprana puede alterar su desarrollo pleno en la transición a la edad adulta al poner en peligro su potencial social, académico y ocupacional.

¿Las crisis económicas afectan en todos los países de forma similar? No, porque también depende de cuán preparado esté el sistema social para poder mitigar los efectos nocivos en la salud mental de sus habitantes. Así como sucede en cada persona, las diferentes sociedades pueden ser más o menos resistentes a factores estresantes. En este sentido, la OMS plantea que la legislación para proteger el bienestar social puede aumentar la resiliencia de las comunidades ante las crisis económicas y, de esta manera, ayudar a mitigar los efectos del desempleo en la salud mental y las consecuencias relacionadas con el estrés. Como durante las crisis se produce una reducción en los presupuestos sanitarios públicos y, en general, la salud mental constituye el campo más afectado, resulta particularmente necesario alterar esta dinámica, fortaleciendo los factores de protección de la población. Especialmente resulta fundamental atender los grupos más vulnerables como los niños, los jóvenes, los ancianos y, específicamente, los colectivos sociales empobrecidos y los desempleados. Una de las medidas indispensables es proporcionar una alta cobertura entre las personas con los ingresos más bajos y brindar apoyo a las familias en situación de riesgo.

Como sucede en medio de una emergencia, debemos cuidar y proteger especialmente a aquellos que más necesitan del resto de su comunidad, brindándoles apoyo y contención. Mientras tanto, debemos reflexionar crudamente sobre por qué llegamos otra vez hasta acá, decidir una estrategia que deje de lado los enfrentamientos y la torpeza de la grieta e ir sumando ladrillo sobre ladrillo para un futuro próspero de verdad. Debemos de una vez por todas construir un país en el que lo que recortemos sean las imposibilidades para vivir un presente y proyectar un futuro de desarrollo y realizaciones.