Diario Popular
El avance de la educación, de la ciencia, de la tecnología y de los cuidados preventivos en la salud nos permitieron vivir mucho más y mejor. La expectativa de vida se duplicó en solo un par de siglos. Por eso también, así como en un período histórico surgió la adolescencia como tal, hoy nos hallamos frente a una nueva etapa de la vida que es la que, por esas costumbres que los nombres conservan, muchas veces se la llama “pasiva”, cuando la realidad de ese tiempo puede (y debe) ser de gran actividad y provecho.
Uno de los aspectos que debemos considerar en el proceso de envejecimiento es el potencial (o no) deterioro de las capacidades cognitivas. Diversas investigaciones en neurociencias han cuestionado la idea de que el deterioro cognitivo es inevitable. En este sentido es fundamental invertir tiempo en actividades de mantenimiento cerebral (lectura, paseos culturales, desafíos intelectuales, etc.) para lograr un envejecimiento cognitivo saludable. La oportunidad es que aquellas cosas que antes se hacían por obligación o rutina laboral sean las que se interrumpan en la vejez; mientras que las que daban gusto, se conserven; y las que se querían conquistar pero no había tiempo para desarrollarlas, renazcan.
Muchas veces, la carencia de estímulos en esta etapa tiene que ver con la disminución de las interacciones sociales y el sentido de autosuficiencia, factores importantes y que contribuyen al mantenimiento de la reserva cognitiva. La interacción social también es clave para mantener el cerebro en forma.
Un estudio demostró que los estereotipos positivos y negativos sobre la vejez influyen en la autopercepción que tienen las personas mayores de sí mismas, y que eso se correlaciona con su bienestar y salud. Esto significa que es clave valorizar desde las instituciones y los medios de comunicación estereotipos positivos de la vejez.
Debemos comprometernos con el envejecimiento saludable y generar políticas basadas en la evidencia científica para fortalecer las capacidades de todas las personas. El envejecimiento es un desafío y una oportunidad para las sociedades. La experiencia y la sabiduría son bienes esenciales que pueden desconsiderarse, y así se estaría desestimando un tesoro incalculable, o aprovecharse.
Resulta indispensable que los Estados establezcan una dinámica que permita brindar los mejores servicios a los jubilados (pagas suficientes y dignas, eficacia de los sistemas de salud, actividades sociales, etc.) y los canales necesarios para que integren redes en donde interactúen no solo con sus pares generacionales sino también con niños, adolescentes y jóvenes. Esto necesariamente se transforma en un círculo virtuoso, ya que esa exigencia genera para los mayores nuevas conexiones neurales; y al mismo tiempo, esa sabiduría y esa experiencia enriquece a las personas jóvenes.