Clarín
Scott Routley era un joven físico de 26 años que, tras sufrir un accidente automovilístico, quedó en estado vegetativo. Al llegar al hospital, era incapaz de abrir sus ojos o producir sonidos y sólo respondía a estímulos dolorosos. Luego de doce años y contra todos los pronósticos, el desarrollo de la tecnología al servicio de la medicina tendió un puente entre Scott y su entorno. Este joven fue capaz de comunicarse mediante la modulación de su actividad cerebral gracias a las imágenes brindadas por un resonador magnético funcional (fMRI). Se trata de resultados invaluables para los familiares, para los científicos y para toda la sociedad.
Las neuroimágenes funcionales que permiten registrar la actividad asociada al funcionamiento cerebral han permitido estudiar la actividad cognitiva en pacientes con trastornos de conciencia. El investigador de la Universidad de Cambridge, David Menon, publicó un trabajo pionero en el que demostró que, cuando le mostraban fotos del marido e hijo, una paciente en estado vegetativo activaba áreas cerebrales posteriores involucradas en el reconocimiento de rostros familiares que no se diferenciaban de las que activaban los voluntarios sin lesión cerebral y conscientes.
Posteriormente, el neurocientífico Adrian Owen, en ese momento también en Cambridge y ahora en Western University, junto con su equipo, creó un método para detectar actividad cognitiva en personas en estado vegetativo. ¿Cómo lo logró? Se le pedía al paciente que se imaginara jugando al tenis o recorriendo su propia casa, mientras se registraba su actividad cerebral con un resonador magnético funcional. Es necesario aclarar que cuando las personas imaginamos estas situaciones, nuestro cerebro produce un patrón de activación característico que puede ser medido por el resonador. Pensarnos realizando el movimiento de pegarle con la raqueta a una pelota de tenis produce una gran activación en una región llamada “área motora suplementaria”, relacionada con el movimiento y la preparación para la acción. En cambio, si nos imaginamos recorriendo nuestra casa, se activan regiones asociadas con la orientación en el espacio. Entonces, se considera que si el cerebro de la persona en estado vegetativo produce esta activación típica en respuesta a esas órdenes, podría interpretarse como un indicador de signos de conciencia. Sorprendentemente, los estudios mostraron que un 17% de los pacientes podía hacerlo. Uno de ellos fue el joven Scott. Así, usando su imaginación (si la respuesta que quería dar era afirmativa, imaginaba la escena del tenis; en cambio, si era negativa, imaginaba la de la casa) fue capaz de transmitir a los investigadores y a sus familiares que sabía quién era, dónde estaba y qué año era. Scott también mostró tener preservada la capacidad de aprender nueva información. Por ejemplo, sabía el nombre de la persona que era su cuidador principal, a quien no había conocido antes del accidente. También fue capaz de expresar preferencias como qué programa quería ver. Y fundamentalmente, confirmó que no sentía dolor. Estas pruebas representan hallazgos que abren la impactante posibilidad de poder penetrar en el mundo de algunas personas en estado vegetativo. Asimismo, contribuyen a ampliar el conocimiento sobre el cuadro clínico, el pronóstico y las posibilidades de tratamiento y recuperación. Y ponen en cuestión los criterios diagnósticos consensuados para clasificar a un paciente como “en estado vegetativo”, con las consecuencias médicas, legales, morales y éticas implicadas.