Si alguien preguntara: ¿sería más provechoso para la sociedad invertir fondos públicos en una investigación para intentar un descubrimiento que tenga aplicación práctica o en entender las propiedades biomoleculares de un alga?
Seguramente muchos no dudarían en optar por lo primero. Entonces, se sorprenderían al saber que la lenta investigación sobre un alga llevó al desarrollo de una de las tecnologías con mayor impacto social de los últimos tiempos: la optogenética.
Fue el reconocido investigador Peter Hegemann, del Instituto Max Planck de Alemania, quien posibilitó el avance de esta tecnología gracias a un estudio sobre la respuesta de luz en células del alga verde.
La optogenética es una técnica que permite manipular la actividad cerebral: activar o inhibir un conjunto de neuronas específicas para observar cómo da lugar a un patrón de conductas, pensamientos o emociones en particular.
Consiste en dotar a las neuronas con moléculas que responden a la luz a través de la implantación de genes exógenos (por ejemplo, obtenidos de algas) que codifican proteínas sensibles a la luz(opsinas).
Es decir, se convierte la luz en señales eléctricas que el cerebro interpreta para actuar en consecuencia. Entonces, administrando luz de una frecuencia adecuada, se pueden activar o silenciar grupos de neuronas determinados para así poder estudiar qué efectos se producen en la cognición, la emoción o la conducta.
La ventaja que representa esta técnica es que puede aplicarse sobre un grupo particular de células y así permite explorar relaciones de causa-efecto entre la actividad cerebral y el comportamiento observable.
La optogenética se ha empleado en distintos campos de estudio.
Por ejemplo, en animales de laboratorio se ha utilizado para controlar una clase de neuronas involucradas en trastornos del sueño como la narcolepsia.
También se han logrado mapear con mayor precisión los circuitos cerebrales afectados en la enfermedad de Parkinson.
Asimismo, ha contribuido a determinar cómo las neuronas productoras de dopamina dan lugar a sentimientos de placer y procesamiento de recompensas, hallazgos relevantes para el estudio de la depresión y el abuso de sustancias.
Contribuir a la comprensión sobre cómo se forman los recuerdos es otra de las áreas que se investiga.
Esto puede llevar a ayudarnos a entender con mayor precisión fenómenos como las distorsiones de memoria y las ilusiones, los síntomas del deterioro cognitivo y de enfermedades como el Alzheimer para generar nuevas estrategias de intervención.
Esta técnica tiene la potencialidad de revolucionar los tratamientos para enfermedades neurológicas y psiquiátricas. Ahora bien, hay que tener cuidado de no quedar atrapados en una visión reduccionista de la conducta humana.
Conocer cómo funcionan determinadas neuronas es insuficiente para poder explicar el modo en el que funciona la mente humana; lo que podemos definir es el emergente del trabajo orquestado y coordinado de las redes neuronales en un contexto determinado en que se encuentra la persona.
Uno de los aspectos más curiosos de esta técnica es su origen: el estudio de las algas del Hegemann. La ciencia básica es la que carece de un objetivo práctico inmediato.
Los descubrimientos científicos básicos no siempre se convierten en recompensas pero, cuando lo hacen, cambian nuestra vida y la de nuestra sociedad.
La optogenética es un ejemplo más que demuestra que es fundamental la inversión en ciencia básica, aunque no se sepa qué beneficios concretos puede traer en lo sucesivo. Pero que los traen, los traen.