Desde hace años los seres humanos han intentado mejorar su capacidad mental. Y han diseñado métodos y herramientas para lograrlo. La película de ciencia ficción Sin límites (2011), protagonizada por Bradley Cooper, plantea la existencia de una pastilla que desarrolla al máximo las habilidades cognitivas de manera que puedan preverse todos los escenarios, aprender disciplinas en segundos y resolver complejos problemas sin esfuerzo. Ahora, ¿existen herramientas que nos permitan mejorar nuestras capacidades mentales?
Existen tecnologías sofisticadas de estimulación cerebral que se utilizan en ciertos trastornos cerebrales específicos y también drogas que, mayormente, surgieron a partir de investigaciones con objetivos clínicos y luego se pensaron como una forma de mejorar la atención, la memoria, la vigilia y las capacidades cognitivas de las personas sanas.
Una técnica es la estimulación cerebral profunda, que es una tecnología desarrollada para tratar la enfermedad de Parkinson. Entre las técnicas de estimulación cerebral no invasivas se destaca la estimulación magnética transcraneana, que consiste en colocar una bobina sobre la cabeza de la persona para generar un campo magnético que produce pequeñas corrientes eléctricas en el área del cerebro sobre la que se la ubica. Otra es la técnica de estimulación transcraneal con corriente directa, que mediante electrodos colocados en la cabeza, envía pequeñas corrientes directas a un área del cerebro. Además, existen fármacos que actúan en el cerebro mejorando una o más dimensiones cognitivas.
Dicho esto, es necesario advertir que todos los fármacos tienen efectos adversos. Así, una de las mayores preocupaciones se basa en la falta de suficiente evidencia acerca de los efectos de estos fármacos a largo plazo. Incluso las pruebas sobre los efectos a corto plazo no son tan abundantes. Mecanismos como la homeostasis sináptica hacen que el cerebro se adapte a los cambios continuos que las drogas generan en él y se anulen los efectos beneficiosos a largo plazo dejando consecuencias negativas.
Otra cuestión tiene que ver con los problemas y dilemas éticos que genera sobre la decisión de tomar estos fármacos o no, y la coerción que puede darse en torno a ello. Por ejemplo, si uno eligiera no tomar estas drogas se encontraría en desventaja en distintos ámbitos frente a quienes sí las utilizan; así, se estaría impulsando a usar estas herramientas para no quedar atrás. Entonces, en ámbitos académicos, ¿se debería pensar en estrategias como el antidoping de los deportes profesionales para garantizar que todos estén en igualdad de condiciones a la hora rendir un examen?
Todo se torna más complejo si se trata de niños y adolescentes, puesto que la evidencia es escasa sobre cómo estas herramientas pueden afectar el desarrollo cerebral, individual y social de los menores. Es por ello que la Academia Americana de Neurología (AAN), junto a otros organismos, ha planteado la prohibición de esta medicación para menores siempre que no se cuente con un desorden cerebral que lo justifique. Todo esto da cuenta una vez más que la educación sigue siendo el estimulante cognitivo más eficaz (y con menores efectos adversos). Ademas, la salud, el ejercicio, el sueño y la buena nutrición son cruciales para el bienestar físico, mental y cognitivo.
Es necesario que la sociedad sepa de estos nuevos conocimientos y participe en los debates. Involucra el presente y el futuro de las próximas generaciones.