¿La ciencia ya puede leer los pensamientos?

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Revista VIVA

 

El escritor irlandés Bram Stoker compuso con gran maestría uno de los personajes más reconocidos y tenebrosos de la literatura universal: el conde Drácula. En la obra logra describir como una de sus cualidades más inquietantes la capacidad de leer las mentes de los demás. Esta posibilidad de conocer los pensamientos ajenos le permitía controlar a sus víctimas y lo volvía invencible. Claro que se trata de un relato de ficción. Ahora bien, con los avances de la ciencia y la tecnología, esta capacidad de leer los pensamientos de los demás, ¿puede convertirse en realidad?

De alguna manera, la técnica de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) es ejemplo de este intento. En un principio sólo se analizaba qué áreas del cerebro mostraban una activación significativa durante una determinada tarea (por ejemplo, ver caras comparado con ver figuras geométricas). A medida que las herramientas de análisis evolucionaron fue posible evaluar patrones de actividad en todo el cerebro. Así se observó que un estímulo específico, como la imagen de una cara, está relacionado con un determinado patrón de actividad en todo el cerebro y no en una sola área. Por caso, el giro fusiforme, una región del cerebro ubicada en el lóbulo temporal, resulta fundamental a la hora de reconocer rostros. Sin embargo, la cara de un familiar muy querido probablemente implique también actividad en áreas relacionadas con sentimientos de afecto y áreas asociadas a la memoria si recordamos alguna vivencia compartida.

Es analizando estos patrones de actividad que los neurocientíficos han comenzado a descifrar qué estamos pensando, viendo, imaginando o escuchando. Esta información es procesada por una computadora donde un programa, llamado “clasificador”, aprende a asociar patrones de actividad cerebral con distintos estímulos. Una vez que el programa adquirió suficientes datos para “aprender” a diferenciar estos patrones, puede deducir lo q ue “piensa” o ve alguien.

Un estudio de 2008 logró construir un modelo de la activación de las áreas visuales del cerebro. Se les presentó a los participantes un grupo de 120 imágenes. Observando el patrón de actividad cerebral, el modelo identificaba cuál era la imagen que generaba ese patrón con una precisión del 92%. Luego, con un conjunto de imágenes mucho más grande, la precisión se mantuvo sorprendentemente alta. Incluso, se ha llegado a poder reconstruir las imágenes que estaba viendo la persona tan solo a partir de los patrones de actividad cerebral.

Si bien estos ejemplos muestran el enorme potencial que tienen las técnicas de neuroimagen, es importante ver las grandes limitaciones y los desafíos para desarrollar una tecnología capaz de “leer la mente”. Adina Roskies, presidente del Programa de Ciencia Cognitiva de Darthmouth College, plantea que resulta útil dar cuenta de esto como un espectro, cuyos dos extremos son leer el cerebro y leer la mente. Actualmente nos encontramos muchísimo más cerca del primero que del segundo. A medida que las técnicas de mapeado cerebral nos permitan hacer inferencias detalladas acerca del contenido mental, recién nos acercaríamos a una tecnología capaz de ello. Por el momento, la lectura del pensamiento sigue perteneciendo a la fantasía de los personajes de ficción como el conde Drácula. La mejor forma de saber qué es lo que una persona está pensando sigue siendo hablar con ella.