Diario Popular
Cada nuevo año nos proponemos objetivos, metas y proyectos. Y en cada uno de estos planes, seguramente, hay otras personas involucradas. Desde elegir adónde irnos de vacaciones o tomar clases para aprender una actividad nueva hasta decidir mudarnos con nuestra familia, todas estas decisiones implican a otros. Todas las personas, con sus intereses, sus alegrías y sus sueños, quieren (y necesitan) confiar en los demás para vivir. Así, la confianza se transforma en condición necesaria para la construcción de una verdadera comunidad.
Las neurociencias han estudiado los mecanismos neurales que subyacen a este sentimiento entre los seres humanos. Se han identificado dos regiones cerebrales: la zona del estriado ventral, asociada con el procesamiento de las emociones positivas y los sistemas de recompensa; y la corteza prefrontal medial, ligada a entender el estado mental del otro, la toma de decisiones y el monitoreo de lo que está fuera de nuestro foco de atención.
El llamado “juego de la confianza” es una experiencia que permitió estudiarla. Dos participantes inician el juego con una misma cantidad de dinero (por ejemplo, 1000 pesos). A su turno, deciden cuánto dinero le dan al otro, considerando que esa suma se triplica en la cuenta ajena: si el primero daba 400 pesos, el otro acumula 2200 (los 1000 propios más tres veces los 400 pesos que le dio el otro) y este se queda con 600 (1000 menos los 400 que cedió). Luego se le informa al segundo jugador la cantidad de dinero que le ha sido transferida y le toca, entonces, el turno de entregar la suma de dinero que desea. Los estudios muestran que cuanto mayor es la cantidad de dinero otorgada al otro, mayores son los niveles de oxitocina, hormona que afecta el comportamiento social, liberados en el cerebro del primero. En esta misma dirección, cuando el segundo participante devuelve sumas aún más grandes, la oxitocina liberada en su cerebro es mayor. La conclusión es que las personas entregan el dinero porque confían en que el otro tomará una actitud similar. Como vemos, la clave, como en muchos aspectos de la vida, está en la confianza que tenemos en el otro.