Diario Popular
En estos tiempos de fiestas, conclusiones y proyectos, solemos evaluar las cosas que fueron pasando durante estos meses del año que termina, y también proyectar lo que vendrá. Uno de los propósitos más importantes, seguramente, será potenciar cada vez más nuestro bienestar. Reflexionar sobre esto es una tarea compleja, porque incluye infinidad de cuestiones personales, del contexto, del trabajo, de las oportunidades, etc., etc. En este marco, las neurociencias han estudiado qué actividades podemos realizar para sentirnos bien y mejorar la salud emocional.
En los últimos años empezamos a conocer el rol de las emociones positivas en nuestra vida. Se demostró que, cuando llevamos adelante una acción que tiene un resultado positivo, nos hace sentir bien y la emoción asociada nos impulsa a querer repetirla en el futuro. Además, la ciencia está comprobando que la expresión “ver la vida color de rosa” no estaría tan apartada de la realidad. Un estudio probó que, cuando uno sonríe, el cerebro procesa la información proveniente de rostros con una expresión emocional neutra de la misma manera que cuando procesa rostros alegres.
Asimismo, mantener relaciones sociales amistosas, afectivas y amorosas resulta esencial para conseguir el bienestar. Se sabe que la presencia de seres queridos altera positivamente la respuesta del cerebro a situaciones amenazantes. Se observó que las personas que atravesaban una situación estresante y recibían apoyo verbal de sus afectos tenían menores niveles de cortisol en el organismo, una hormona relacionada en el proceso que se activa ante el estrés, que aquellas que atravesaban la misma situación recibiendo apoyo verbal de un extraño o sin apoyo alguno.
Algunas de las claves para lograr construir una vida plena se vinculan con la posibilidad de utilizar nuestras propias fortalezas para lograr estar satisfechos. Las fortalezas de carácter son rasgos positivos que todos tenemos en mayor o menor medida. La bondad, la gratitud, el amor, la integridad, la curiosidad, la valentía y la generosidad son algunas de ellas. Ser generoso, por ejemplo, produce una sensación de bienestar ya que activa un circuito neuronal asociado al placer y la recompensa, además de activar diferentes químicos ligados a la felicidad.
Es más, tener conductas benéficas y solidarias involucra regiones del cerebro relacionadas con el circuito que se enciende ante las gratificaciones naturales de supervivencia básica (como la comida) y otras más complejas. Las personas generosas reportan tener más amistades, dormir mejor y superar de mejor manera los obstáculos que las personas mezquinas. Y lo más importante es que, como un círculo virtuoso, además de impactar en el favor propio, esto redunda en el bienestar de todos.