El estigma social de las enfermedades mentales

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Revista Viva
Se estima que 450 millones de personas en todo el mundo padecen un problema de salud mental. Sin embargo, sigue existiendo aún hoy un fuerte estigma sobre estas personas, quienes, además de los padecimientos de su enfermedad, sufren conductas discriminatorias por parte del resto de la sociedad. Estas actitudes se basan en la desaprobación de alguien por poseer determinado rasgo distintivo o conducta que es visto de manera negativa por los otros. Así la enfermedad se convierte en una suerte de “marca” a rechazar. Esa etiqueta, ese estereotipo, esa segregación de los demás y la consiguiente pérdida de estatus determinan la construcción del estigma social.

Se trata de una clara forma de discriminación que puede realizarse al rechazar determinada condición o expresarse al evitar a alguien por atribuirle características negativas como presumir que podría ser inestable, violento o peligroso debido a la condición que posee. Una manera de presentar esta situación también es a través del cine. El lado luminoso de la vida es una premiada película que cuenta la vida de un joven bipolar, Pat, interpretado por Bradley Cooper, que acaba de salir de una internación y tiene que readaptarse a su entorno. Es entonces cuando conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), que también sufre una enfermedad mental, y se proponen ayudarse mutuamente para sobreponerse a la enfermedad y para enfrentar los prejuicios y la mirada negativa de la sociedad. Porque los amigos y familiares de Pat y de Tiffany no saben cómo comportarse cuando están con ellos.

A lo largo de la historia, las personas con enfermedades mentales han sido excluidas o brutalizadas. Incluso se ha llegado a vincular estas patologías con la posesión demoníaca. Suele pensarse también que quienes tienen enfermedades mentales son violentos y peligrosos. Otras representaciones arraigadas tienen que ver con la idea de que los padecimientos psíquicos son una elección, y sobre todo los relacionados con la alimentación y el consumo de sustancias. Todo esto lleva a una gran incomprensión hacia quienes padecen estas enfermedades.

Sus vidas sufren una limitación mayor que la que pueden llegar a generar la propia patología a la hora de encontrar trabajo, conseguir una vivienda, establecer relaciones sociales estables y ser aceptados por los demás. Las personas que son estigmatizadas tienen mayor riesgo de sufrir aislamiento y depresión.

La falta de comprensión por parte de la familia o el entorno, las menores oportunidades de inserción social y la propia creencia de la persona de que “nunca tendrá éxito” o “nunca podrá mejorar su situación” perpetúan el aislamiento y contribuyen a que tiendan a evitar la búsqueda de ayuda o tratamiento para eludir las consecuencias sociales negativas del diagnóstico. Así, la prevención de los trastornos de salud mental, la promoción del bienestar mental y la provisión de un tratamiento y atención se dificultan aún más.

Es esencial que se diseñen e implementen campañas para terminar con estas creencias tan arraigadas socialmente. Si bien la promoción del conocimiento sobre estas enfermedades representa un primer paso fundamental, es necesario desafiar los estereotipos negativos y revisar el tratamiento que se da a estos temas desde los medios de comunicación ya que desempeñan un rol primordial en la perpetuación o no de los mismos.