Estar listos para el futuro que ya llegó

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Clarín
Las diversas revoluciones industriales trastocaron para siempre la vida de las sociedades. Así, en la primera revolución, una economía basada en la agricultura y el comercio viró hacía la utilización del acero, el carbón y las máquinas mecánicas para la producción, lo que dio lugar al surgimiento de las grandes ciudades; y en la segunda, nuevas fuentes energéticas, como la electricidad y el petróleo, grandes transformaciones en la comunicación y el transporte, derivaron en la fabricación en serie, profundizaron la urbanización y la internacionalización.

Del mismo modo, en las últimas décadas, la era electrónica y digital modificó fuertemente la comunicación, los hábitos, los trabajos y las profesiones. En resumen, nuestras vidas.

Según el Foro Económico Mundial, estamos frente a una nueva revolución, aún más arrolladora que las anteriores ya que no solo trasformará lo que hacemos sino lo que somos. Se trata de la fusión de esferas entre lo físico, lo digital y lo biológico.

Estos son algunos ejemplos de los que ya somos testigos: interfaz cerebro-computadora, avances en la biotecnología, robots invencibles para diversos retos, autos que se manejan solos, drones que controlan extensas tierras sembradas y recolectan información para trabajar sobre ellas.

Así, la inteligencia artificial, la medicina digital, las impresoras 3D, la nanotecnología, la energía renovable, y la realidad virtual forman parte del quehacer cotidiano.

Estos cambios implican grandes desafíos a nivel educativo y laboral, especialmente, para los jóvenes. Ellos deben contar con habilidades para conseguir y desarrollarse en empleos que todavía no se han creado, ya que estas nuevas tecnologías también generarán nuevas formas de trabajo. Este panorama no debe ser para nada desalentador, sino más bien impulsarnos con celeridad a pensar cambios en los procesos de formación de las personas y las comunidades. Por ejemplo, el conocimiento enciclopédico y las memorias prodigiosas dejarían de ser capacidades muy valoradas.

Un reporte del Foro Económico Mundial acerca de los trabajos del futuro menciona, más bien, las habilidades cognitivas como capacidades mejor consideradas en este futuro próximo.

Una de ellas es la destreza en resolver problemas complejos, es decir, encontrar respuestas novedosas a situaciones difíciles. En este mismo sentido, la creatividad humana será esencial y, por eso, los roles que la requieran no podrán ser fácilmente reemplazados.

La sensibilidad estética es una de estas: si bien la tecnología puede aportar mucho al mundo del arte, la emoción contenida en una obra literaria o musical no puede provenir más que de la experiencia humana.

La intuición y el contacto entre las personas también será insustituible. En lo que respecta a la medicina, existen aplicaciones capaces de realizar diagnósticos precisos; sin embargo, la contención es primordial para los pacientes y no hay máquina que pueda imitarla.

De la misma forma, el trabajo social o el cuidado de la salud mental requieren de habilidades emocionales y sociales que no pueden ser trasladadas a un robot ni a una computadora. Por eso, la empatía, entender lo que los demás sienten y necesitan, continuará siendo esencial.

Por más exposición a pantallas que estemos experimentando, la compañía y el cuidado amoroso del prójimo seguirán siendo un deseo y una necesidad y aquellos con la capacidad de brindarlos serán personas sumamente valiosas. En este mismo sentido, las maestras y los maestros serán irremplazables y tienen que ejercer cada vez más ese rol clave que es el de inspirar, motivar y formar a las próximas generaciones no solo en estas habilidades necesarias sino también en los valores esenciales para vivir en sociedad.

La capacidad de manejar equipos y de interactuar con otras personas será fundamental para los trabajos del futuro. Por más información estadística que una máquina pueda procesar, es improbable que detecte líderes, lidie con personalidades complejas y ayude a crear vínculos entre los miembros del equipo. Otra de las habilidades imprescindibles será la capacidad de pensar críticamente, de observar y reflexionar. Además, poder tomar decisiones que tengan en cuenta las consecuencias a corto y a largo plazo de las acciones será sumamente valorados; así como la negociación, y con ella la flexibilidad cognitiva, es decir, la capacidad de adaptar nuestra conducta a escenarios cambiantes.

Debemos prepararnos ya para vivir en este nuevo mundo. La transformación educativa necesita de estilos de enseñanza dinámicos y flexibles, que se ajusten a las necesidades y desafíos presentes y futuros. Desarrollar la capacidad de “aprender a aprender” y habilidades como la lecto-escritura y el pensamiento lógico matemático deben ser objetivos prioritarios en la agenda educativa.

Los recursos cognitivos y emocionales que permiten hacer frente a nuevos y complejos desafíos y desarrollar el potencial de cada persona harán la diferencia entre las naciones que prosperen y las que no. Los argentinos debemos decidir urgentemente de qué lado queremos estar y hacerlo posible.

Facundo Manes es Doctor en Ciencias de la Universidad de Cambridge, neurólogo, neurocientífico, rector de la Universidad Favaloro, investigador del CONICET.