Cómo orientar a los chicos en el uso de la tecnología

  • por

Revista VIVA
La familia del cuento La pradera, de Ray Bradbury, vive en una suerte de casa inteligente en la que los niños tienen un cuarto de juego que permite hacer vívido lo que ellos imaginan, como una máquina de realidad virtual. Tan atrapante resulta que se la pasan encerrados en esa habitación hasta que los padres, preocupados, deciden consultar a un especialista.

Saber cómo afectan las nuevas tecnologías al desarrollo del cerebro en la infancia y la adolescencia es difícil de responder porque los avances son recientes y están en permanente cambio. Hasta el momento, la evidencia científica sugiere que el uso de esas tecnologías produce tanto efectos negativos como positivos en los niños.

Para crecer saludablemente, el cerebro de un niño necesita estímulos específicos provenientes del ambiente. Por ejemplo, para lograr un óptimo desarrollo y coordinación sensoriomotora, necesitan moverse. Se estima que requieren entre dos y tres horas de juego corporal activo para alcanzar una adecuada estimulación de sus sistemas vestibular, propioceptivo y táctil. Contrariamente, el uso de la tecnología suele promover sedentarismo. Asimismo, los sistemas visual y auditivo resultan sobreestimulados, y sabemos que los ambientes cargados con estímulos que deben ser procesados simultáneamente no son óptimos para el funcionamiento atencional y el aprendizaje. Los niños que usan dispositivos tecnológicos en exceso pueden acostumbrarse a la “multitarea”, en detrimento de desarrollar la concentración necesaria para el pensamiento reflexivo.

Otro aspecto a considerar en relación con la tecnología se relaciona con la autorregulación emocional. Darle a un niño un celular o una tablet para que se mantenga tranquilo durante un viaje puede ser una estrategia útil a corto plazo. Ahora bien, estar en silencio no siempre es lo que los niños necesitan: deben aprender a procesar sus emociones, sus ansiedades y frustración, y ensayar formas de manejar el malestar, como hablar con los padres, pedir ayuda y recibir apoyo.

El cerebro funciona mejor en interacción con otras personas. Es esencial que los niños aprendan a relacionarse con los demás, a leer claves no verbales en los rostros y comprender cómo esas señales cambian el sentido del lenguaje verbal. Estas habilidades están en la base de la empatía. La estimulación táctil, como la que dan los abrazos, disminuye la liberación de hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol.

Pero estas nuevas tecnologías también tienen efectos positivos. Algunas investigaciones han mostrado que los videojuegos pueden incrementar las habilidades visoespaciales y los tiempos de reacción. Al no tener la necesidad de memorizar grandes cantidades de información, libera recursos cognitivos para involucrarse en otros procesos. Y tener la amplia posibilidad de conectarnos con personas de cualquier lugar del mundo que brindan las redes sociales puede ayudar a fomentar el respeto por quienes son diferentes a uno.

Se trata de promover una relación saludable y equilibrada de los niños y los adolescentes con las nuevas tecnologías. Es importante que los adultos conversemos con ellos sobre cuáles son los usos adecuados. Debemos recordarles y recordarnos que se trata de una herramienta fascinante, pero que ninguna tecnología sustituye las relaciones sociales cara a cara basadas en el apoyo y la confianza.