En su día, qué significa ser Médico hoy en Argentina

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Diario Popular
De mi padre aprendí la enorme responsabilidad de cuidar la salud de las personas. Él, el doctor Pedro Manes, fue médico rural, amaba profundamente su trabajo y solía acudir a deshoras, bien tarde por la noche, a atender alguna urgencia. Él me transmitió esta pasión y vocación de servicio. También supo compartir conmigo el orgullo y la admiración por uno de los profesionales argentinos más trascendentes del siglo XX, el doctor René G. Favaloro.

Recuerdo como si fuera hoy cómo mi padre solía hablarme de él y dar cuenta a través de breves ejemplos lo que significaba un modelo de vida y de profesional. Por caso, después de graduarse, había organizado un centro asistencial con quirófano en un pequeño pueblo de la provincia de La Pampa. Allí, con el humanismo que guiaba el ejercicio de su profesión, logró reducir notablemente la tasa de mortalidad infantil del lugar. Además, mejoró el nivel social y educativo de la zona. Involucrarse con la realidad social. Tener un compromiso, según él, era la obligación que debía tener todo ciudadano, en especial, aquellos que habían tenido la posibilidad de estudiar en la universidad. Otro ejemplo: Favaloro había viajado a Estados Unidos, donde logró revolucionar la cardiología mundial al desarrollar la técnica del bypass aortocoronario. Y una vez que lo consiguió, regresó al país para continuar con su incansable tarea como médico, docente e investigador. Fundó entonces la universidad que lleva su nombre y de la que hoy tengo el orgullo de ser rector. El doctor Favaloro estaba convencido de que la prosperidad de un país no se consigue en forma individual, sino a través del trabajo y el esfuerzo colectivo. Miles de estudiantes y profesionales se han formado, especializado y han aprendido de su mirada humanista que entiende que el paciente tiene que comprenderse en tres dimensiones: la del cuerpo físico, la emocional y la dimensión social, de sus relaciones con los otros y su posición en el mundo.

Seguramente guiado por esos ejemplos decidí estudiar medicina, y gracias a esa decisión tuve el honor de conocer a quien fue uno de mis grandes maestros, el doctor Tomás Mascitti, quien me transmitió la pasión por el cerebro, ese órgano único y misterioso. Y también el privilegio de trabajar codo a codo, en INECO y en el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, entre tantas instituciones, con brillantes profesionales de Argentina y el mundo.

Hoy, que es el día del médico, no puedo dejar de pensar en ellos y en todos los colegas de mi país. Y de decirles “gracias”, una y mil veces gracias.