Cuando la tecnología nos vuelve “locos”

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Revista VIVA
Ella es una premiada película de ciencia ficción protagonizada por Joaquín Phoenix, quien representa a un joven solitario que se está divorciando. El trabajo de Theodore (el nombre del personaje) es escribir cartas manuscritas para otras personas, aunque todo el proceso se realiza a través de sistemas tecnológicos que simulan la escritura manual. Este aprecio por algo tan personal parece contrastar con el mundo en el que vive. De hecho, ya han diseñado sistemas operativos que se convierten en mejores amigos y en parejas. Este es su caso: Theodore conoce a Samantha, su novia virtual, con quien comparte viajes y reuniones sociales, y lo ayuda a superar su ruptura. Muchos vieron en este filme una contundente reflexión sobre la relación entre los seres humanos en los tiempos actuales, y también entre nosotros y la tecnología.

Sabemos que la estimulación digital activa el circuito de recompensa en el cerebro, que se pone en función cuando llevamos a cabo actividades en las que se experimenta placer o sensaciones positivas y agradables, o cuando se obtienen consecuencias positivas producto de las acciones realizadas. Este sistema promueve la búsqueda y repetición de estas situaciones. Pero cuando esto se conjuga con ciertos rasgos de personalidad o vulnerabilidades personales como tener tendencias impulsivas, es posible desarrollar una conducta adictiva, reflejada en un uso compulsivo de los dispositivos tecnológicos, seguido de síntomas de abstinencia y ansiedad al no disponer de ellos.

Una adicción se produce cuando disminuye la capacidad de control sobre el consumo de una sustancia o un determinado comportamiento de manera tal que se vuelve central en la vida. Esto impacta descuidando los vínculos, la actividad laboral o el estudio. A nivel cerebral, se produce una sobreestimulación dopaminérgica que va disminuyendo la capacidad de experimentar placer ante el estímulo objeto de la adicción. Se instala así un círculo vicioso en el que se necesita incrementar el consumo para conseguir el efecto deseado.

Si bien aún se están profundizando los estudios y se necesitan más investigaciones longitudinales, algunos científicos sugieren que la adicción a la tecnología puede ser incluida dentro de las denominadas “adicciones conductuales” (el juego patológico), ya que compartirían características clínicas, fisiopatológicas, un curso y una respuesta al tratamiento similares a las adicciones a sustancias. Sin embargo, no existe consenso científico sobre el concepto de “adicción a Internet”; el juego online está algo mejor caracterizado que el resto de las tecnoadicciones, ya que existen mayores estudios específicos.

La atracción a lo novedoso es otro rasgo que permite explicar la disposición a los dispositivos electrónicos. Nuestro cerebro es un buscador de novedades. Esta característica resulta ventajosa en tanto nos ayuda a adaptarnos al entorno. Sin embargo, la tendencia a buscar novedades puede resultar agotadora en el contexto actual de hiperconexión. Es así como esta posibilidad constante de acceder a nueva información puede llevarnos a sufrir ansiedad y preocupación al sentir que puede perderse algo importante. Otro riesgo es que se genere cierta intolerancia al aburrimiento.

Explorar los vínculos con la tecnología también permite preguntarnos acerca de nosotros mismos y de las relaciones que establecemos con los demás, ya no las máquinas sino los otros seres humanos.