Diario Popular
Con palabras, las personas declaran su amor, se cuentan historias de viajes, informan noticias y, cuando son niños, son capaces de inventar que son astronautas o princesas. El lenguaje de las palabras constituye uno de los rasgos más distintivos del ser humano. Aunque la mayoría de las especies animales, desde los insectos hasta los primates, tienen alguna forma de comunicación, la característica del lenguaje humano es cualitativa y cuantitativamente diferente. Permite comunicar ideas que van más allá del aquí y del ahora. Y esto se hace a través de mensajes que pueden ser infinitos, pero que se componen de un número limitado de elementos, que son los signos lingüísticos y sus reglas de combinación. Ahora bien, ¿cómo los seres humanos aprendemos el lenguaje?
Aunque desde hace años diversos estudios pudieron precisar que existen áreas cerebrales específicas que participan en la comprensión y producción del lenguaje, todavía quedan muchísimas preguntas sobre la organización, biología y arquitectura de esta compleja capacidad. Es por eso que las neurociencias, en combinación con otras disciplinas como la lingüística y la psicolingüística, profundizan la investigación sobre este tema.
Sabemos que el lenguaje tiene un período crítico de aprendizaje. Los bebés y niños son muy aptos para la adquisición de un nuevo idioma hasta los siete años; luego esta habilidad va declinando sistemáticamente. Un buen ejemplo de esta cualidad excepcional se ha demostrado en numerosas investigaciones: los bebés de cualquier parte del mundo pueden diferenciar entre distintos sonidos de cualquier idioma; no importa de dónde sea el bebé ni de qué idioma se trate.
No hay que confundirse porque esto no significa que, a partir de esa edad, no se pueda aprender un idioma nuevo, sino que cuesta mucho más. Y aunque sea más dificultoso, el desafío de aprenderlo en la adultez es muy beneficioso, porque ayuda a proteger nuestro cerebro. El bilingüismo provee una forma de reserva cognitiva que contrarrestaría el efecto perjudicial del paso del tiempo en nuestras redes neurales.
Por su parte, el desarrollo del lenguaje de los niños que hablan más de una lengua muestra un patrón algo diferente al de los monolingües. Los bilingües tempranos tienen más probabilidades de procesar el lenguaje de forma bilateral, es decir, abarca los dos hemisferios cerebrales. Entonces, la adquisición simultánea de dos (o más) lenguas no debe ser pensada en términos de una lengua principal y otra secundaria que puede interferirla. Todo lo contrario, recientes estudios neurocientíficos destacan las ventajas de tener más de una lengua.