Revista VIVA
En la Segunda Guerra, una joven noruega sufrió una lesión en su cabeza que le dejó una secuela: ya no tuvo más su acento y cuando hablaba lo hacía con entonación alemana. El síndrome de acento extranjero es un trastorno del habla. Quienes lo padecen presentan alteraciones en la entonación, en la melodía, en el ritmo y en la ubicación de la lengua al hablar.
En plena Segunda Guerra Mundial, una joven noruega, conocida como Astrid L, sufrió una lesión en su cabeza durante un ataque aéreo. Al tiempo logró recuperarse pero le quedó una secuela: ya no tuvo más el acento que le era propio, y cada vez que hablaba noruego lo hacía con una entonación extranjera, el alemán. Esto representó un doble padecimiento porque no solo debía afrontar las consecuencias de una patología “rara”, sino que la manera de hablar era la de las fuerzas enemigas.
Hay diversas enfermedades que son padecidas por un pequeño número de personas. Se las llama “enfermedades raras”. El síndrome de acento extranjero (SAE) es una de ellas. Se trata de un trastorno del habla, cuya característica principal es que las personas que lo sufren hablan su propia lengua pero con un acento no nativo, pronuncian como si fueran foráneos, con acentos de países que nunca visitaron. Claro que esta nueva forma de hablar era involuntaria.
Quienes padecen SAE presentan alteraciones en la entonación, en la melodía, en el ritmo y en la ubicación de la lengua al hablar. Todo esto lleva a que su habla suene extraña. Así, cambian la acentuación de las palabras que contienen muchas sílabas, pronuncian erróneamente las sílabas, sustituyen, eliminan o cambian consonantes, y distorsionan vocales. El idioma que hablan sigue siendo el mismo, pero con un acento que los hace parecer extranjeros.
El SAE, cuya primera descripción fue realizada por el neurólogo francés Pierre Marie en 1907, es una condición rara porque sólo se han registrado alrededor de 100 casos en todo el mundo. En la mayoría se presenta como consecuencia de una lesión cerebral producida por un accidente cerebrovascular o por un traumatismo encéfalo craneano, como le sucedió a Astrid L. También se ha registrado como consecuencia de otras enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple. Sin embargo, en un pequeño porcentaje de pacientes no se ha encontrado una lesión cerebral que justifique los síntomas e inclusive en algunos casos se ha atribuido la condición a factores psicológicos.
Esta condición se asocia con daño en el hemisferio dominante del cerebro, que en la mayoría de las personas es el izquierdo y controla el lenguaje y la producción del habla. Una teoría del SAE supone que se debe a una pérdida de habilidades de motricidad fina que son requeridas para lograr pronunciar los fonemas con el acento de la propia lengua. Entonces, los síntomas serían consecuencia en realidad de una articulación distorsionada. Dado que la constelación de pronunciaciones “extrañas” se parecen a un acento extranjero, sumado a una alteración en la fluidez y velocidad del habla, las personas que escuchan no perciben un trastorno sino una transformación en el acento. El SAE suele ser transitorio. Puede durar días, semanas o meses, mientras el paciente se recupera. Son pocos los casos en los que se mantiene en el largo plazo.
En Argentina se han publicado casos de personas que perdieron el acento regional típico de Córdoba, del Nordeste y de Buenos Aires. En estos casos, no sonaban como extranjeros, se los identificaba como argentinos nativos, pero ya no tenían el acento regional típico.
Las circunstancias en las que Astrid L. tuvo el síndrome del acento extranjero hicieron que fuera discriminada y rechazada por sus vecinos. Conocer de qué se trata también colabora con la construcción de una comunidad más tolerante y comprensiva.