Todos, en menor o mayor medida, atravesamos en algún momento de nuestras vidas una situación dolorosa.
Todos, en menor o mayor medida, atravesamos en algún momento de nuestras vidas una situación dolorosa. La mayoría de las veces somos capaces de convivir con esas memorias sobre esas situaciones, pero puede resultar mucho más difícil. Otras veces, quienes experimentaron traumas súbitos pueden llegar a padecer el trastorno de estrés postraumático y quienes han sufrido situaciones de maltrato emocional sostenido en etapas tempranas de sus vidas pueden llegar a sufrir depresión. Estos trastornos tienen que ver con esas experiencias dolorosas y, por lo tanto, con el modo en que nuestra memoria alberga los recuerdos emocionales.
Las neurociencias se encargan de estudiar los procesos de conformación de las memorias y, de esta manera, permiten comprender cómo se forman estas memorias en diferentes etapas. Es así que las investigaciones neurocientíficas son relevantes para entender las afecciones emocionales y su tratamiento. Sabemos que la conformación de un recuerdo depende del proceso de consolidación de la memoria. Esto es, cada vez que se forma un recuerdo, el cerebro empieza a convertir una memoria temporal en una memoria a largo plazo con el fin de utilizar esa información en algún momento del futuro.
La evidencia científica indica que cada vez que recuperamos una memoria de un hecho, esta se hace inestable permitiendo la incorporación de nueva información. Cuando almacenamos nuevamente esta memoria recuperada como una nueva memoria, contiene información adicional al evento original. Esas nuevas instancias permiten abrir ventanas para cambiar la manera en que un recuerdo traumático está conformado y las reacciones emocionales que lo acompañan. Por ejemplo, cuando una persona que sufre un trastorno de estrés postraumático evoca los recuerdos de la situación vivida, con ayuda de un terapeuta y en un contexto seguro, para poder aliviar progresivamente las reacciones emocionales intensas que acompañan el recuerdo, está trabajando sobre la llamada “reconsolidación” de esa memoria. O cuando una persona con una depresión puede modificar en la psicoterapia el modo en que interpreta ciertos eventos de su vida, al cambiar los significados atribuidos, está agregando información adicional o diferente a la que estaba ya almacenada y que realimentaba el sufrimiento una y otra vez.
Evocar nuestros recuerdos perturbadores y revisarlos de un modo sistemático es uno de los tantos modos en que nuestro cerebro puede cambiarse a sí mismo. Las capacidades excepcionales del cerebro y la memoria humana nos permiten trasladar cierto sufrimiento vivido desde un perturbador y continuo presente a un pasado simple que, en lugar de doler, nos sirva para ser más sabios en el futuro.