Cuando el cerebro no deja ver

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Clarín

El “síndrome de Benson es una enfermedad degenerativa que afecta la percepción visual. Quienes la padecen tienen dificultades en interpretar y procesar la información recibida de sus ojos sanos.Cuando los niños hacen representaciones de las personas mayores, por lo general, éstas aparecen con anteojos. Es lógico, ya que la deficiencia visual comúnmente se desarrolla a medida que las personas envejecen. Sin embargo, existe una condición neurológica que se revela a partir de síntomas que pueden confundirse con los anteriormente descriptos, pero que en realidad no reflejan un problema en sus ojos, sino más bien una afectación de su cerebro.

La atrofia cortical posterior (ACP), también conocida como “síndrome de Benson”, es una enfermedad degenerativa en la que se afectan predominantemente las funciones visuoperceptuales. Así, estas personas tienen dificultades en interpretar y procesar la información visual recibida de sus ojos sanos, mientras que inicialmente, la memoria, la comprensión y el juicio están relativamente preservados. Esta enfermedad causa la atrofia de la parte posterior del cerebro y genera así una disminución progresiva de funciones asociadas con la visión. El primer caso fue publicado por el célebre psiquiatra Arnold Pick en 1902; pero su conocimiento más amplio se inició en 1988, cuando el Dr. Frank Benson describió 5 casos clínicos específicos.

Las personas con atrofia cortical posterior a menudo suelen consultar con un oftalmólogo, ya que piensan que sus dificultades se deben a un problema en sus ojos. Pero lo que sucede, más bien, es que la atrofia genera dificultades en el reconocimiento de objetos (agnosia visual), de caras (prosopagnosia) y de los colores (agnosia de los colores). Asimismo pueden aparecer trastornos en la lectura, dificultad en la denominación (anomia) y trastornos en la memoria visual. A medida que avanza la enfermedad también puede afectarse la comprensión del lenguaje. Se han descrito también pacientes con desorientación topográfica e, inclusive, que actuaban como ciegos. Se desconoce por qué se alteran estas regiones del cerebro. En la mayoría de los estudios neuropatológicos de esta condición, así como en los casos que el Dr. Benson estudió, provienen de estudios microscópicos postmortem y que conllevan sus limitaciones. Dichos estudios han mostrado similitudes y diferencias entre la Enfermedad de Alzheimer y la atrofia cortical posterior. De hecho, es considerada por muchos como un subgrupo dentro de la Demencias tipo Alzheimer, lo que dificulta una correcta estimación de su prevalencia.

Aunque no existe cura para la atrofia cortical posterior, varios medicamentos, así como muchos enfoques no farmacológicos, potencialmente pueden mejorar el funcionamiento y la calidad de vida de las personas que padecen esta enfermedad. A menudo pueden beneficiarse con la rehabillitación cognitiva y la terapia ocupacional. Los pacientes que padecen depresión, irritabilidad, frustración y una pérdida de confianza en sí mismos pueden beneficiarse de la psicoterapia cognitivo conductual.

Conocer es el paso indispensable para tratar e intentar curar. Por eso todo avance que se dio en el último siglo sobre estas condiciones fue revelador para la ciencia pero fundamentalmente para lograr que los pacientes y sus familias puedan vivir mejor. Esto fue posible por la tenacidad, el estudio y la pasión de científicos como el Dr. Benson. Y también por su gran sentido humano. Tanto que cuando falleció, en 1996, sus colegas y discípulos en su obituario destacaron su persistencia y dedicación por el trabajo, pero fundamentalmente por ser “una persona de una intachable integridad y un gran sentido del humor”.