Revista VIVA
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Recuerdo que mientras hacía mi escuela secundaria en Salto, había llegado una película que muchos vimos por curiosidad, por admiración, por el amor a la música y a la vida secreta de los genios: la multipremiada Amadeus, de Milos Forman. Se trata, como muchos también recordarán, de la turbulenta biografía de Mozart, de sus creaciones, excesos y de los celos enfermizos de Salieri. Por supuesto que se trata de un film que combina adrede la historia y el mito, de los tantos que se forjan sobre cada uno de los grandes personajes universales. También la ciencia se interesa en esas personalidades. Muchos estudios se realizan con avanzadas herramientas tecnológicas sobre personas que vivieron hace siglos, con las complejidades lógicas de ese hiato de la cronología. En ese marco se realizaron investigaciones científicas a partir de determinados registros e indicios sobre el propio Mozart que determinaron que, además, padecería el síndrome de Tourette. ¿De qué se trata?
El trastorno o síndrome de Tourette es una condición neuropsiquiátrica del desarrollo caracterizada por la aparición durante un período de tics motores y uno o más tics fónicos antes de los 18 años. La severidad y frecuencia de los tics fluctúa, puede persistir a lo largo del tiempo y puede asociarse con otras patologías como el trastorno obsesivo compulsivo. En estos casos la persona presenta problemas emocionales y de comportamiento desde la infancia, que suelen ocasionarle más alteraciones que los tics en sí mismos.
Pero, ¿qué son, específicamente, los tics? Se trata de movimientos involuntarios repetitivos que suelen exacerbarse con la ansiedad y el estrés, pero también pueden suprimirse por períodos breves, aunque esta inhibición puede resultar en un rebrote posterior.
Los tics motores involucran movimientos estereotipados que obligan a la persona a realizarlos debido a la contracción involuntaria de diferentes grupos musculares. Los más clásicos son parpadeo excesivo, muecas, gestos, movimientos oculares o del cuello, la cabeza o los hombros. Cuando son de naturaleza fónica consisten en la emisión de sonidos, ruidos o vocalizaciones involuntarias y repetitivas como, por ejemplo, el carraspeo excesivo o “tos nerviosa”, gritos, gruñidos, resoplidos, cambios en la tonalidad o timbre de voz, emisión de palabras. Estos son peor tolerados que los tics motores por su repercusión social ya que suelen ser malinterpretados por los demás como intencionales.
A su vez, estos tics pueden ser simples o complejos. Los tics simples consisten en movimientos de grupos musculares aislados; mientras que los tics complejos, en cambio, abarcan una serie de conductas motoras y de sonidos orquestados como girar, patear, saltar y gemir, morderse, tocar, resoplido de nariz, sacudir distintas partes del cuerpo y repetir palabras o frases. En la mayoría de los casos, antes de los tics las personas tienen sensación de tensión, ardor, calor o incomodidad en áreas corporales específicas que los urgen a realizar el tic para aliviar estas sensaciones.
Es posible que pasen inadvertidos en consultas aisladas o que familiares también presenten tics sin darse cuenta. Por eso, los que mejor reconocen su presencia son las personas que están en contacto con quien tiene tics como los miembros de la familia, los maestros y los pediatras. Si bien es una alteración muy común y que puede mejorar con el paso del tiempo, en algunos casos, cuando afecta la vida cotidiana o se acompaña de obsesiones, trastornos de la atención o impulsividad, deben recibir el tratamiento y apoyo adecuado. Muchas veces se discrimina a las personas que padecen de cierto rasgo diferencial, anormal. ¿Pero qué es la normalidad? ¿Quién es normal? Una sociedad armónica no es una multitud de personas iguales sino muchas personas que, con sus diferencias, se integran, como en una sinfonía.