El ritmo de vida acelerado, la falta de tiempo para cocinar y la enorme oferta alimenticia hace difícil llevar a cabo hábitos saludables. Esto conduce a que muchas personas coman en exceso, a deshora o que pasen muchas horas sin comer.
Una dieta deficiente pone al cuerpo en un estado de estrés físico y debilita el sistema inmunológico dejando a la persona más susceptible a infecciones.
Esta forma de estrés físico también disminuye la capacidad para hacerle frente al estrés emocional que se produce cuando las exigencias de la vida superan nuestra capacidad o recursos para afrontarlos. Asimismo, los estados de ánimo y las emociones parecen jugar un rol importante en el consumo de alimentos en personas sanas. Dado que en determinados momentos la alimentación es una forma de regulación emocional, los desbalances afectivos jugarían un importante rol en la conducta alimentaria.
Para afrontar el estrés, además de buscar terapias médicas y psicológicas cuando el cuadro lo requiera, debemos hacer modificaciones en el estilo de vida incluyendo hábitos en la alimentación. Resulta importante entonces conocer aquellos alimentos que influyen en el correcto funcionamiento del cerebro para incluirlos en la dieta.
¿Cuáles son esos nutrientes y en qué alimentos se encuentran?
Los cereales y legumbres contienen vitaminas del complejo B, que participan en importantes reacciones del sistema nervioso.
Las frutas y hortalizas protegen al cerebro, por su alto contenido de varios antioxidantes tales como la vitamina C, A (carotenos), flavonoides y polifenoles. Las carnes aportan proteínas de alto valor biológico. Las rojas contienen hierro, un mineral que ayuda a transportar el oxígeno al cerebro, y el pescado, ácidos grasos omega 3, un nutriente esencial y necesario para un adecuado desarrollo y funcionamiento del sistema nervioso. Estas carnes, además, contienen fósforo, un mineral de vital importancia en las membranas celulares.
Los aceites y frutos secos contienen vitamina E, un potente antioxidante que protege a las neuronas de los radicales libres. Son fuente de ácidos grasos esenciales (omega 3, 6 y 9) sustancias involucradas en el correcto funcionamiento nervioso ya que ayudan a mejorar la comunicación entre neuronas.
El cerebro se encuentra afectado por lo que comemos. Se sabe que la dieta mediterránea, que incluye un alto consumo de frutas, vegetales, granos, además de aceite de oliva, bajo consumo de carne y un vaso de vino tinto con la comida reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular, hipertensión y diabetes.
La planificación y el ejercicio de una dieta balanceada son elementos claves para nuestro bienestar.