Las memorias colectivas

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Revista VIVA
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¿Existen las memorias colectivas? ¿Es posible que dos personas tengan recuerdos diferentes sobre un mismo hecho, pero que después de conversar sobre eso, alcancen una memoria común? ¿Somos capaces de influir en la memoria de los demás y los otros en nuestra propia memoria? ¿Cómo impacta la cultura en nuestros recuerdos?

Investigadores de las ciencias sociales consideran que las memorias colectivas son, en palabras del sociólogo de la Universidad de Virginia, Jeffrey Olick, “símbolos públicos mantenidos por la sociedad”. Desde otra perspectiva, lo que nos permite encarar la respuesta es aquel que cuestiona la idea de mente como algo puramente individual. ¿Dónde termina la mente de uno y dónde empieza el mundo? La intuición nos sugeriría que la mente se encuentra en el cerebro y, por lo tanto, su límite es el cráneo de cada persona. Algunos filósofos han discutido esto al notar que toda cognición y toda acción surge de la interacción entre el cerebro y el ambiente. Por lo tanto, consideran arbitrario trazar un límite tan claro entre la psicología, que estudiaría lo que ocurre en la cabeza de cada uno, y otras disciplinas, que estudiarían lo que ocurre en el mundo.

Debemos dar cuenta primeramente que la memoria es un producto de la evocación, y es por eso que siempre se realiza en un contexto determinado. Y ese contexto puede alterar el recuerdo, ya que, como dijimos varias veces en estas columnas, los mismos no son representaciones almacenadas como en una computadora. Asimismo, la interacción social puede alterar nuestros recuerdos. El concepto de “contagio” hace referencia a la difusión de un recuerdo desde una persona hacia otra a través de la interacción con el otro, sin importar si es verdadero o falso. El equipo de investigación de Daniel Wright, de la Universidad de Sussex, dedicó un estudio a aproximarse a la manera en que una persona puede intervenir en la memoria de otra. Para ello, a algunos se les indicó realizar una tarea de manera individual y a otros en pareja. A cada uno de los miembros de las parejas se les dio una imagen similar pero con pequeñas diferencias entre sí (los participantes creían que eran la misma). Luego de estudiar las imágenes por separado, tenían que recordarla entre los dos e individualmente decir qué recordaban. Como resultado, los investigadores encontraron que el falso reconocimiento de ítems fue mayor en aquellos que trabajaron en parejas que en aquellos que lo hicieron de manera individual. De este modo, se evidencia la forma en que el otro puede influir a la hora de facilitar la formación de la memoria colectiva. Pero, así como se puede modificar un recuerdo a través de la conversación, es posible que las personas sean inducidas a recordar eventos que nunca ocurrieron. Esto puede suceder si a una persona se le pide que recuerde momentos de su niñez y entre esos eventos se le solicita que tenga en cuenta la vez que se perdió en la playa. A pesar de que nunca le sucedió, en algunos casos, tomará recuerdos de la ficción para relatar el episodio sin darse cuenta.

En su película Volver, entre el viento que arrecia sobre La Mancha, el director español Pedro Almodóvar hace foco en esta memoria colectiva que se inclina por recordar los eventos del pasado más emparentados con las historias de fantasmas que con las de abusos y crímenes de personas de carne y hueso. Ya desde la primera escena, mientras las mujeres limpian las tumbas del cementerio, Raimunda rememora la circunstancia de la muerte de sus padres abrazados en un incendio. El pueblo entero prefiere recordarlo así también, sin siquiera poner en cuestión esa memoria con la evidente aparición de la madre, que se esconde viva para cuidar a los enfermos, como un espectro.