Ganarle a la ludopatía

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Revista VIVA
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El jugador es una de las novelas fundamentales de Fedor Dostoievski, uno de los escritores más importantes del mundo de los últimos siglos. Estos clásicos de clásicos logran derramarse mucho más allá de las fronteras de la literatura y promover abordajes filosóficos, sociales, médicos, científicos. Por caso, el derrotero de Alekséi Ivánovich, el protagonista de la novela, nos pone frente al verdadero calvario en el que puede transformarse la adicción a los juegos de azar y reflexionar sobre causas y consecuencias de la llamada “ludopatía”.

Los jugadores patológicos desarrollan un patrón de juego que se caracteriza por la falta de control que repercute negativamente en todos los órdenes de su vida.

Se considera la ludopatía como un trastorno adictivo psiquiátrico. Quienes son jugadores compulsivos pierden el control sobre los juegos de azar, y por esto presentan síntomas de abstinencia e irritabilidad. Así, por lo general y como consecuencia de su conducta, acumulan deudas económicas y tienen problemas familiares y laborales. Los circuitos neurales involucrados en esta adicción son los mismos que los de todas las adicciones y utilizan al neurotransmisor de la conducta motivada por excelencia: la dopamina. La neurobiología del jugador tiene una particularidad: el pico del neurotransmisor se produce en el momento de la apuesta, no con el resultado. Es decir que son adictos a apostar, no a ganar.

Los adictos al juego suelen percibir que tienen influencia en el resultado de eventos que en realidad están determinados por el azar. De esta manera, distorsionan el resultado de los juegos al interpretar que ganan a causa de una habilidad personal; mientras que las pérdidas son atribuidas a la mala suerte o son vistas como señal de un inminente triunfo. Asimismo, tienden a recordar más y sobrevalorar las ganancias.

Es posible reconocer varias etapas en las que se desarrolla la adicción al juego. Un primer momento incentivado por las posibles ganancias se caracteriza por el aumento progresivo del tiempo y dinero dispuesto para jugar. Luego el jugador intenta desesperadamente recobrar lo que pierde aumentando la frecuencia y la cantidad de las apuestas. Esta conducta crece como una espiral sin control. Así comienzan las mentiras y los engaños para justificar los gastos desmedidos, para pedir dinero prestado y seguir jugando o pagar las deudas contraídas. El juego va haciéndose dueño de la voluntad del jugador, quien deja de lado amistades y otros afectos, deteriora las relaciones de pareja y familiares, el rendimiento académico y laboral. La trama de Alekséi Ivánovich, el personaje de El jugador, da cuenta de que a pesar de sus primeros triunfos y su breve vida de derroche, cae en prisión por las deudas del juego, en la tristeza y la profunda soledad. Del mismo modo, los jugadores llegan a una etapa de desesperanza, en la cual pueden desarrollar síntomas de depresión o buscar ayuda.

La investigadora y antropóloga Natasha Schüll, en su libro Adictos por diseño, describió y analizó el comportamiento de las personas adictas a las máquinas traga-monedas. Ella sostiene que los jugadores patológicos que utilizan estas máquinas sienten una sensación de alivio, incluso de alegría, cuando pierden hasta el último centavo. Solo entonces sienten que están libres para separarse de la máquina y marcharse. Por el contrario, cuando las pantallas se iluminan, se escuchan las sirenas y el ruido de las monedas, los jugadores se sienten desesperados. Perder, lejos de registrarse como una derrota, es el precio aceptado que el jugador paga por la vertiginosa experiencia.

Existen diferentes terapias, que suelen combinar estrategias de autoayuda, psicoterapia y de rehabilitación, para tratar la ludopatía. La decisión personal y el apoyo social y profesional es la verdadera apuesta que una persona que padece la adicción al juego puede hacer para intentar ganar la partida más importante.