Revista VIVA
Si bien creemos que vemos con los ojos y escuchamos con los oídos, lo cierto es que la información proveniente de estos órganos no puede hacer demasiado sin la ayuda de nuestro cerebro. Lo que observamos y oímos no es la copia exacta del mundo externo sino la interpretación que hacemos de esa información sensorial en base a la información del contexto, nuestro estado de ánimo y nuestras experiencias previas. Esta “manera de ver y oír” el mundo exterior requiere del trabajo conjunto de distintas áreas cerebrales.
Como en otros campos, la alteración de este proceso nos ayuda a apreciar su complejidad. El reconocido neurólogo y escritor Oliver Sacks, valorado por difundir y humanizar el conocimiento sobre la neurología, reconoció que él mismo padecía de una extraña condición, aunque, probablemente, más frecuente de lo que se piensa. Sacks no podía identificar a las personas al observar sus caras. No solo lo contó en uno de sus fascinantes libros Los ojos de la mente, en el que a través de su autobiografía se suma a los relatos sobre otros pacientes, sino que también lo expuso en un programa de televisión en el que le presentaban fotos de famosos para probar si las podía reconocer. Allí mostró las estrategias que ponía en juego para deducir quién era la persona fotografiada. En uno de sus errores confundió a la famosa presentadora de TV Oprah Winfrey con la primera dama de Estados Unidos Michelle Obama, pero logró leer la pomposidad del peinado de la reina de Inglaterra. Sacks tenía un tipo de agnosia visual llamada “prosopagnosia”.
Se denomina “agnosia-visual” al desorden neurológico producido por la falla en el reconocimiento o interpretación visual de la información sin que existan alteraciones en el procesamiento visual-perceptivo básico de características como la forma, el color y el tamaño. Esto quiere decir que las personas con agnosia visual no tienen dificultad en ver las formas, los colores o en determinar diferencias de tamaños entre los objetos que perciben, sino que no son capaces de darle significado a la información visual que obtienen.
Nuestros ojos reciben la información visual en forma de ondas electromagnéticas y se encargan de traducirla en impulsos nerviosos que son enviados al cerebro. Estas señales llegan a las áreas cerebrales visuales, que reciben la información de este tipo de modalidad sensorial y están compuestas por sub-regiones que se especializan en el procesamiento de cierto tipo de información: la percepción del movimiento, del color, de formas, de profundidades, entre otras. Una vez que la información visual es procesada, es transmitida a lo que se denominan “áreas de asociación”, en las que se otorga el significado o sentido a la información visual. En otras palabras, esta información se convierte en algo que podemos reconocer y darle una interpretación en base a nuestra experiencia previa. Las agnosias se producen cuando ocurren daños cerebrales en estas áreas de asociación.
Existen diferentes tipos de agnosias visuales, algunas en donde se afecta, como sufría Sacks, específicamente el reconocimiento de caras, otras involucran particularmente el reconocimiento de estímulos de manera simultánea (simultagnosia) o de escenas complejas y otras en las que se altera la capacidad de lectura (alexia) y frecuentemente, también de escritura.
Casos como el del gran Oliver Sacks nos demuestran que todo lo que, a primera vista parece tan simple, requiere de un gran trabajo cerebral.