¿Por qué nos olvidamos de los nombres?

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La Nación

¿Por qué nos pasa que se nos escurre con bastante facilidad el nombre de las personas? La estructura de la memoria explica cómo podemos recordar más comúnmente una cara e, incluso, otros detalles de la persona y, sin embargo, nos es tan difícil recordar algo tan importante como su nombre.

Para recordar eventos pasados normalmente formamos una especie de foto en la que unimos distintos elementos del contexto. Por ejemplo, si intentamos recordar una cena de la semana pasada en la que participamos, probablemente debamos configurar nuestra imagen sentados a la mesa frente al plato de comida, tratamos de recordar también si estábamos solos o con otras personas, o si fue una noche en soledad o entre amigos. El cerebro no puede recordar todos los elementos del evento, sino que el recuerdo de un aspecto sirve como clave para recordar los otros. El cerebro genera imágenes aisladas (como “fotogramas”) y no imágenes completas como una película. Mediante asociaciones llenamos los espacios vacíos, pero este proceso también puede contener errores o recuerdos poco confiables.

La memoria es algo sumamente complejo para el procesamiento cerebral. Nuestro cerebro está compuesto por billones de neuronas que realizan múltiples tareas a la vez, además de recordar. Durante la recuperación de recuerdos el cerebro realiza complejas maniobras, entre ellas, tomar atajos para reconstruir la escena más probable del recuerdo.

Si pensamos que nuestros recuerdos se construyen y facilitan por asociaciones, entenderemos por qué es tan difícil recordar los nombres de las personas. Supongamos que nos encontramos con Marcos el domingo pasado en la cancha de fútbol, recordamos que él tiene un hijo que fue al colegio con el nuestro y que estudia arquitectura, la misma carrera que nosotros comenzamos y abandonamos cuando teníamos su edad. Con sólo recordar uno de estos detalles, iremos llegando a los otros por asociación. El problema de los nombres es justamente que, a diferencia de los puntos de información antes mencionados, son normalmente arbitrarios para nuestra memoria y no se encuentran directamente asociados con otros datos almacenados en nuestro cerebro, salvo que hagamos explícita esta asociación (“se llama Marcos igual que mi tío abuelo”): igual podría ser Marcos, Mauro o Pablo, todos nombres comunes y arbitrarios. Así, no hay nada en Marco que pueda darnos información certera acerca de su nombre ni inhibir otros posibles.