Cuando nos dedicamos a escribir algo que nos interesa mucho, leemos lo que nos gusta, pintamos o pasamos horas conversando con un amigo entrañable, jugamos un videojuego, practicamos entretenidísimos un deporte o estamos concentrados pensando la resolución de un ejercicio de matemática que nos desafía, nos estamos “dejando llevar”. Este estado al que llegamos cuando nos involucramos totalmente en una tarea es conocido como flow (fluir).
¿Qué es lo que nos sucede? Mientras realizamos una actividad que nos resulta apasionante, aumenta la atención selectiva hacia esa tarea que nos “hipnotiza”. Entonces, perdemos la noción del tiempo y hasta de nosotros mismos. Como consecuencia, baja nuestro nivel de ansiedad. El estado de flow suele ocurrir cuando las tareas que realizamos representan desafíos y sentimos que contamos con las herramientas adecuadas para resolverlos. De manera contraria, si percibimos que los desafíos son demasiado bajos, surge la apatía y el aburrimiento; y, si sentimos que no podemos enfrentarlos, surge la ansiedad.
El concepto de flow fue acuñado por el psicólogo húngaro Mihaly Csikszentmihalyi, que desde hace años viene investigando sobre la felicidad y la creatividad. Este psicólogo realizó entrevistas a distintas personalidades de las artes y las ciencias quienes decían sentirse ampliamente realizadas mientras hacían lo que más les gustaba hacer: trabajar en lo suyo. Un compositor de música a quien consultó confesó sentirse en total éxtasis al crear, a tal punto de sentir que dejaba de existir. En esos momentos, decía experimentar la sensación de que sus manos no le pertenecían y que él no tenía nada que ver con lo que estaba sucediendo.
Las sensaciones que se viven durante el flow son variadas. Percibimos que estamos totalmente involucrados en lo que hacemos; sentimos el placer y la pasión por aquello que estamos realizando. También podemos experimentar una enorme claridad mental, sabemos perfectamente qué es lo que hace falta hacer y cuán bien lo estamos haciendo. Al mismo tiempo, estamos serenos y sin preocupaciones y tenemos una sensación de crecimiento más allá de las fronteras del “ego”. Esta actividad se convierte en valiosa en sí misma y sentimos ser parte de algo más grande que nosotros mismos.
Diferentes contextos pueden propiciar el estado de flow, entre ellos, el trabajo, el tiempo libre, las actividades deportivas e, inclusive, la escuela. De hecho algunas investigaciones en el ámbito educativo señalaron que los alumnos que experimentan flow durante las clases, también logran mejores resultados escolares. En estos casos, pueden experimentar niveles de desafío y entusiasmo incluso superiores a los que sienten durante la realización de sus actividades recreativas favoritas.
La psicología positiva enseña que el aumento de actividades que nos llevan a este estado de flow nos puede hacer más felices. Esta experiencia puede llegar a ser tan intensa que es posible sentir casi como si no existiéramos: al estar tan compenetrados con la propia tarea, la mente no permite procesar ningún otro tipo de información, ni del propio cuerpo (como refería el músico del estudio citado), ni del exterior. Así, podemos ignorar el cansancio o el hambre, el cuerpo y la propia identidad desaparecen momentáneamente. Paradójicamente, durante estos estados, la propia existencia parecería estar temporariamente suspendida, mientras nos conectamos con lo más profundo de nuestro propio ser. Una manera de dejarnos llevar por nosotros mismos.