Sabemos que el cerebro no retrata la realidad como un escáner sino que más bien le otorga un significado a lo que vemos. Asimismo, que los ojos capturan información incompleta: retiene lo que supone más importante y descarta lo trivial. De alguna manera, esto hace posible las llamadas “ilusiones ópticas”, es decir, la distorsión de nuestra percepción como resultado de múltiples predicciones e inferencias que hace nuestro cerebro para rellenar espacios de información incompleta o desconocida del mundo exterior. Veamos un caso curioso que apareció tras un estudio de laboratorio.
Los investigadores Jason Tangen, Sean Murphy y Matthew Thompson de la Universidad de Queensland, Australia, descubrieron un extraño efecto mientras preparaban un set de imágenes para una investigación. Notaron que al alinear pares de fotos de caras a la altura de los ojos y presentándolas a un ritmo acelerado pero constante, la percepción de éstas se distorsionaba, pareciendo en muchos casos caricaturas de sí mismas. Así, rasgos que normalmente no llamarían la atención, al presentarse simultáneamente con otra cara parecían, en la comparación, exacerbarse. Lo sorprendente es que cuando frenaban la presentación y la atención se centraba en una de las caras solamente, la misma se percibía de forma real. Este efecto aparecía cuando se comparaban dos caras en forma simultánea, aunque sin fijar la vista en ninguna de ellas, utilizando así la visión periférica.
Al principio pensaron que dicho fenómeno era una característica propia de los rostros que habían usado para el estudio que eran de descendencia eslava, pero cuando los reemplazaron con otras fotografías, encontraron los mismos resultados. Este efecto fue luego replicado con caras de actores famosos y ganó el segundo puesto en el octavo Concurso Anual de Mejores Ilusiones.
Se desconoce exactamente la razón por la cual se produce este fenómeno. Tangen sugiere que puede darse como resultado de un intento de nuestro cerebro por comparar de forma rápida caras nuevas con otras que acabamos de ver. El hecho de que se presenten de a pares y de forma alineada (a la altura de los ojos), fuerza a nuestro cerebro a compararlas exacerbando ciertos detalles, que de otra forma no nos llamarían la atención. Los investigadores explican que se necesita cierto grado de homogeneidad entre las caras para que las características atípicas se expresen de forma más notoria. Este descubrimiento abre un universo de posibilidades de investigaciones relacionadas, por ejemplo, a cómo percibimos las caras o por qué unas nos parecen más atractivas que otras.