Elogio de la competencia

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Revista Viva
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Aunque sea tal vez su interpretación más frecuente, la competencia no necesariamente implica la lucha descarnada de unos con otros. También puede promover la autosuperación, el conocimiento del otro y el crecimiento y desarrollo colectivo.
La película Metegol, del director Juan José Campanella, muestra cómo los habitantes de un pueblo se unen y dan lo mejor de sí para salvar al pueblo mismo. No son profesionales y algunos nunca habían jugado un partido, pero la competencia hará que aparezcan cualidades que ellos mismos desconocían, como el coraje y la capacidad de liderazgo del protagonista.
Diversos estudios permitieron dar cuenta de estrategias que remiten a una mejor competitividad. Así, proveer determinada información sobre el fruto de la tarea puede brindar una mayor motivación en las personas que se traduzca luego en resultados más satisfactorios cada vez.
Si, por ejemplo, en una clase de escuela se refuerza la idea de que la educación es fundamental para forjar nuestra identidad y que de ella depende lo que logremos hacer en el futuro, los estudiantes van a mostrarse dispuestos a realizar tareas extras y esforzarse más que quienes no tuvieron esto en consideración.
En otro estudio clásico sobre competencia, se les manifestaba o no a los participantes que el resultado de un test sobre el lenguaje se vinculaba con sus niveles de inteligencia.
Aquellas personas a las que les habían hecho suponer esta relación tenían un comportamiento más efectivo que a los participantes a los que no se les había dado esa impresión. ¿Qué cambió en uno y otro caso? Las implicancias (reales o no) del desafío.
Otro rasgo sobresaliente que se ha demostrado sobre el carácter de la competencia tiene que ver con la persona con la que competimos. Si consideramos que es parecida a nosotros vamos a compararnos más y, por lo tanto, vamos a ser más exigentes que con rivales más distantes en sus características personales o en sus habilidades. Por ejemplo, si dos deportistas comparten el mismo hándicap, o el mismo número de goles convertidos van a enfocarse en competir entre ellos.
Para nuestro asombro, también se ha relevado que la competencia aumenta entre las personas cercanas, amigos y familiares, lo que obviamente no significa enemistad ni animadversión. Buenos ejemplos de esto son los “clásicos” en el fútbol y tantos otros deportes.
El psicólogo Edwin Locke estudió a maratonistas que participaban de un triatlón y descubrió que los participantes que se comparaban con sus oponentes a partir de una relación emocional lograban obtener mejores tiempos que los atletas que lo hacían a partir de parámetros más analíticos y con menor contenido emocional.
Las estructuras de incentivo, como es el caso frecuente en que un equipo gana y el otro pierde, como en la película de Campanella, generan mayor competitividad.
Los deportes grupales basan su juego en la competencia entre equipos. Las reglas que los constituyen y determinan sus características establecen que sin contraparte no hay juego posible.
Conocer estos aspectos nos permite enfocarnos en cómo podemos implementarlos en contextos que redunden, no en la competencia negativa que resalta el individualismo, sino en la capacidad personal y grupal que fomenta cohesión social, solidaridad y cooperación.