¿Por qué nos ponemos violentos?

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Diario La Nación

En todas las especies, tanto la agresión como la cooperación son comportamientos codificados genéticamente y son esenciales para la supervivencia. Konrad Lorenz, fundador de la etología moderna y Premio Nobel por sus estudios sobre la conducta, sostenía que en los animales la agresión está motivada por la supervivencia, mientras que en los humanos el comportamiento agresivo puede ser canalizado o modificado.
La violencia nunca se manifiesta por una única causa sino que depende de una red de factores que se conjugan. Pero una comprensión sobre esto debe incluir necesariamente una apreciación del cerebro humano y su mediación en la conducta. Experimentos en Suiza realizados por el investigador Walter Hess en la década del 40 demostraron que la estimulación en regiones cerebrales específicas (por ejemplo, en el hipotálamo) producía en gatos conductas de ira y agresión. Estas revelaciones dieron cuenta de ciertas áreas cerebrales relacionadas con la violencia.
La expresión de los genes puede ser modulada e influida por el aprendizaje, el ambiente y la experiencia social. Entonces, la preponderancia o no de la agresión está influida por el ambiente. Por ejemplo, en periodos de exacerbación nacionalista, un discurso corriente es que “el otro es el enemigo a exterminar”. El resultado extremo de esto son los genocidios, en los cuales se vuelve “aceptable” para un grupo realizar acciones criminales y para parte amplia de la sociedad consentirlo a través de la acción o la omisión. En otras palabras, el contexto ayudó a soltar el freno en el cerebro para la agresión. Y, como en otros órdenes, a mayor gente que hace eso, más admisible se vuelve.
Además de juzgar y condenar estos crímenes, intentar entender qué hace que personas de carne y hueso lleven adelante esta agresión plena y que una sociedad en un determinado momento lo tolere contribuye también a que no se vuelva a repetir.
Los seres humanos muchas veces no podemos modificar las emociones que surgen de manera visceral pero sí trabajar para modular las consecuencias de estas emociones. Esto nos diferencia de otras especies. La educación, la cultura, las instituciones, la sanción social y las leyes, entre otras acciones eminentemente humanas, pueden influir en el control de la violencia. Para que el huevo nunca llegue a ser serpiente.