Crisis de empatía

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Clarín

Nuestra sociedad actual está viviendo una “crisis de empatía” a una escala sin precedentes. En este sentido, Zygmunt Bauman argumenta que estamos atravesando un proceso de fragmentación de la vida humana: las sociedades individualistas no priorizan el bienestar de la comunidad y, de esta manera, incrementan la desigualdad social. Así, los modelos económicos que maximizan la ganancia de unos pocos por sobre un enfoque que promueve la equidad social (incrementando la brecha entre ricos y pobres) y los líderes que fomentan la grieta entre sus compatriotas son algunos ejemplos que expresan la falta de empatía. Necesitamos un nuevo sistema económico que satisfaga las necesidades básicas de todos los seres humanos y cuyo objetivo principal no sea el crecimiento per se, sino optimizar el bienestar humano. Necesitamos más líderes que nos ayuden a luchar contra las mayores amenazas de nuestro tiempo: la ignorancia, el miedo, el odio, las mentes cerradas y la falta de empatía.

Podemos definir la empatía como la capacidad de comprender y compartir las emociones de los demás. Es una construcción compleja que abarca un componente de resonancia afectiva, que tiene que ver con la capacidad natural y automática de reaccionar ante el estado emocional del otro. Ejemplos de esto son el contagio emocional que se produce cuando lloramos o reímos ante el llanto o la risa de una persona. También lo experimentamos cuando “nos duele” el dolor ajeno. Además, la empatía incluye un componente de preocupación empática, relacionado con la motivación por asegurar el bienestar. La evolución habría seleccionado estas habilidades empáticas básicas para preparar a los organismos para el cuidado de las crías, la cooperación y la vida en grupo. Por último, se identifica la toma de perspectiva, entendida como el trabajo consciente de ponerse en el lugar del otro e imaginar qué está pensando o sintiendo, teniendo en cuenta su punto de vista. Este componente requiere esfuerzo cognitivo.

La capacidad de conectarnos empáticamente con los demás, de sentir lo que sienten, de preocuparnos por ellos y de actuar con compasión es clave para la vida en sociedad. Incluso, tiene efectos a nivel personal porque nos ayuda a protegernos de los efectos negativos del estrés.

Si bien la empatía es una habilidad universal de los seres humanos, es susceptible a factores interpersonales y culturales. Los estudios demuestran que somos más empáticos hacia los miembros de los grupos a los que pertenecemos y con los cuales nos identificamos; pero tenemos menos empatía hacia los integrantes de grupos que consideramos externos. Estas diferencias en la respuesta empática se evidencian también a nivel cerebral. Presentamos una respuesta más intensa en regiones neurales emocionales cuando vemos sufrir a un miembro del propio grupo en comparación a uno de otro grupo.

Esta preferencia por el grupo de pertenencia tiene un sentido evolutivo. Pertenecer a un colectivo resultó clave para la supervivencia, en tanto se garantizan muchas necesidades psicológicas básicas, como brindar un sentido de identidad. El problema se da en que este favoritismo puede sesgar nuestra toma de decisiones. Nuestra empatía hacia quienes sentimos más cercanos no debería prevalecer sobre nuestros valores éticos, como individuos pero mucho menos como sociedad.

Afortunadamente, los seres humanos somos capaces de analizar las situaciones y los hechos con perspectiva, ese componente de la empatía que nos permite reflexionar sobre nuestras decisiones morales. Además, asumir el punto de vista de otro cambia la forma en la que lo vemos, y esos cambios son potencialmente generalizables a personas similares a ese otro (integrantes de su grupo social). Múltiples investigaciones muestran que la toma de perspectiva se puede ejercitar e, incluso, sus efectos pueden ser duraderos. Se trata de una herramienta poderosa para menguar estereotipos y prejuicios hacia personas que consideramos distintas, y generar evaluaciones más positivas. Por su parte, se ha observado que, cuando alguien cree que la empatía es una habilidad modificable, las personas invierten más tiempo y esfuerzo en ayudar a otros.

La empatía, esa forma en la que pensamos a los demás y nos relacionamos, le da forma a nuestro escenario social. Es la cualidad que puede ayudarnos a cambiar el mundo, tanto el pequeño contexto cotidiano como el destino de una sociedad. Es necesario un esfuerzo de todos para ser humildes, reflexivos y atentos cuando intentamos comprender y aceptar las acciones y los pensamientos ajenos. Por eso, es importante abrir nuestros círculos para poder concebir y lograr una comunidad más justa para todas las personas, no solo para aquellos quienes sentimos más próximos sino para todos los que no conocemos y también forman parte de ella.

Contrariamente a lo que puede pensarse, la empatía no es una cualidad fija a lo largo de la vida. Es decir, es posible volvernos más empáticos con la práctica. Promover la prosperidad compartida y defender sociedades más igualitarias, donde todos vivan una vida digna deben ser los pilares de las comunidades.

Es tiempo de actuar. Si queremos realmente superar los gravísimos problemas sociales a los que nos enfrentamos hoy en día en nuestro país, debemos trabajar nuestra empatía. Estamos sufriendo un déficit de empatía que nos impide pensarnos como un todo social que necesita de los demás, de todos y cada uno, para salir adelante.