Clínica del estrés

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Revista VIVA

Cuando percibimos una presión, real o imaginada, nuestro organismo presenta una respuesta adaptativa: el estrés. Es la forma que tenemos de responder ante las demandas del ambiente. Los estresores, estímulos que lo desencadenan, pueden ocurrir una sola vez o estar presentes por largos períodos de tiempo.
Esto hace que se identifiquen diferentes tipos de estrés. Por un lado, el estrés de la rutina se relaciona con cuestiones laborales, familiares y cotidianas. Pero también puede responder a un cambio negativo brusco, como perder el trabajo, divorciarse o recibir un diagnóstico de una enfermedad. El estrés postraumático puede ocurrir cuando la persona se ha visto expuesta a un peligro de muerte, lesión grave o violencia sexual.
¿Qué sucede en nuestro cuerpo ante un estresor? El cuerpo se prepara para la lucha o huida. Se desencadena entonces una cascada de hormonas, incluyendo la adrenalina y el cortisol, que tienen efectos en todo el cuerpo. La tasa cardíaca y la circulación sanguínea se incrementan, los músculos se tensan y la fuerza física aumenta. Todo esto prepara al organismo a actuar rápidamente.
El estrés no puede evitarse por completo. Todas las personas lo experimentamos de vez en cuando. Es una respuesta normal del organismo que –en su justa medida– es necesaria y beneficiosa para mantener la motivación, prepararse para la acción y enfrentar los desafíos de la vida. El problema aparece cuando la respuesta de estrés se cronifica (cuando el estresor es constante) o cuando la misma continúa tiempo después de que el estresor ya no está presente. El estrés se convierte en un problema si empieza a afectar nuestras actividades cotidianas.
El estrés crónico puede tener un im- pacto negativo en la salud física y mental. Los cambios fisiológicos asociados al estrés, cuando se sostienen en el tiempo, pueden suprimir los sistemas inmune, digestivo, circadiano, y reproductivo. Las personas bajo estrés crónico tienen más riesgo de contraer infecciones virales frecuentes, como gripes o resfríos. Se asocia también con el incremento de la presión sanguínea, enfermedades del corazón, diabetes y obesidad, así como trastornos psicológicos como ansiedad y depresión.
Es importante aprender a reconocer el estrés como primer paso para poder manejarlo. Debemos saber que se experimenta de diversas maneras dependiendo de la persona. A nivel físico, puede producir taquicardia, dificultades para dormir, tensión o dolor muscular, fatiga, dolor de cabeza, malestar estomacal, pérdida o aumento de peso, y cambio en el deseo sexual. A nivel psicológico, puede generar sensaciones de agobio, inquietud, ansiedad, depresión, falta de motivación, problemas de concentración, e irritabilidad.
La forma en que cada uno reacciona al estrés depende de múltiples factores, como la personalidad, las experiencias previas y la resiliencia, definida esta última como la capacidad de sopreponerse al dolor emocional y salir fortalecido. Algunas personas son capaces de afrontar el estrés más eficientemente y recuperarse con mayor rapidez. Otros, en un intento por manejar altos niveles de estrés, recurren a estrategias desadaptativas como tener atracones de comida, consumir alcohol en exceso u otras drogas, aislarse socialmente o pasar largas horas frente al televisor. Si bien estas conductas pueden resultar relajantes en el momento, a largo plazo son ineficaces y dañinas. Conocer las causas del estrés crónico, los efectos en nuestra salud y las posibles conductas que puede desencadenar en nosotros es un primer paso para enfrentarlo.